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Decía esta semana el concejal de Transparencia, Juan Carlos Caballero, que las quejas y sugerencias presentadas por los vecinos de Valencia el pasado año fueron ... menos que en 2022, lo que interpreta como una buena gestión del gobierno municipal de PP y Vox. En total, el descenso va de 15.683 a 14.085 casos, es decir, 1.598 menos.
Más allá del análisis político, el informe es interesante para comprobar de qué se quejan los vecinos de Valencia y cuáles son las zonas más desatendidas o, al menos, donde más protestan los residentes. El podio es el mismo que con los gobiernos de Ribó y si me apuran, con los de Rita Barberá. Las demandas a María José Catalá pasan por una mayor actuación de la Policía Local, mejoras claras en los jardines y un barrido más efectivo de las calles. Todos hemos escuchado la frase «nunca hay un policía cuando hace falta», sobre todo cuando se produce una conducta incívica en el tráfico. Y de las zonas verdes, poco más que decir que se utilizan como letrinas de perros (y personas), basurero del botellón y actos gratuitos de vandalismo salvaje, con lo que cuando quieren ser empleadas para su propósito para niños y mayores, el parque en cuestión está hecho unos zorros sin remedio.
Y de la limpieza, ídem. Las 909 quejas recibidas por su falta se sustentan en su mayor parte en conductas incívicas. No me hace falta ningún sesudo estudio para llegar a esa conclusión porque lo comprobamos todos simplemente al bajar la basura al contenedor. Tampoco las que se refieren a la mala situación de numerosos solares y edificios ruinosos o, simplemente sin ningún tipo de mantenimiento.
El padrón, tan nombrado por las colas en la calle Periodista Azzati, alcanza la «respetable» cifra de 297 quejas presentadas, mientras que los ruidos es otra de las causad de los dolores de cabeza vecinales. Sólo por las actividades en la calle llega a 313 casos, al margen de los conflictos entre particulares o molestias de los propios servicios de limpieza.
También es justo reconocer los servicios que funcionan bien. Sólo ocho casos en una ciudad de 800.000 habitantes se refieren a problemas en el suministro de agua, mientras que se registraron seis incidencias en museos municipales.
Nada que ver con las 720 quejas por baches en la calzada o las 429 debido al retraso en las decisiones municipales o las 568 donde muestran una clara disconformidad con ellas.
¿Dónde hay más quejas de los vecinos de Valencia? Malilla, Ruzafa y Benicalap encabezan la clasificación con una casuística tan variada que es imposible resumir aunque lo intentaré: demandan más atención, lo mismo que ocurre con Benimalet o Paraix. El Cabanyal empieza a retroceder posiciones y poco a poco se notan las inversiones públicas millonarias, mientras que Ciutat Vella sigue en la parte alta de la tabla.
El documento se plantea casi como un organismo vivo, una enorme comunidad de vecinos donde cada uno plantea sus problemas. Es imposible eliminarlos todos, aunque se trata de la mejor guía posible para cualquier gobierno municipal. Por cierto, la política lingüística alcanza las 36 quejas, exactamente la mitad por el castellano y la otra mitad por el valenciano. Para que tengamos claro lo que de verdad importa a los contribuyentes.
Las quejas por la señalización horizontal y vertical cuadriplican las referidas a los carriles bici, otro dato a tener en cuenta. O que la incidencia de las plagas llegó a 343 quejas y eso que seguramente no se incluyen a las palomas, que hacen cada vez más difícil mantener limpias las calles y los balcones de esta ciudad.
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