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Valencia paga una deuda. Es lo primero que pensé al leer la decisión del Ayuntamiento de elaborar un catálogo de los mejores edificios del siglo ... XX en Valencia y, quizás, proteger algunos como Bien de Relevancia Local o incluso Bien de Interés Cultural. Arquitectos de dos siglos alzando sus copas en un brindis fue el segundo pensamiento. Han sucedido demasiados ejemplos de valiosos inmuebles desaparecidos por la piqueta y la ignorancia de desconocer los tesoros que se estaban aniquilando.
El último ejemplo, la ampliación del Hospital Clínico en la avenida Blasco Ibáñez y el daño que supuso para una de las obras del arquitecto Moreno Barberá (Universidad Laboral de Cheste o Facultad de Derecho, por ejemplo). Ayuntamiento y Generalitat se aliaron en la anterior etapa de Compromís y PSPV para que todo condujera al inevitable derribo de la antigua Escuela universitaria que firmó a medias con Borso di Caminati. ¿Está mal ampliar el Clínico? Desde luego que no, pero los gestores de lo público deberían haber decidido hace lustros que el lugar de ese centro sanitario es el campus de Tarongers, en concreto la enorme parcela que hay junto a la avenida Cataluña y que sólo sirve para aparcar coches.
Aquello removió a arquitectos y defensores del patrimonio arquitectónico que alzaron la voz. Desde LAS PROVINCIAS se contribuyó siendo altavoz de todas esas quejas, poniendo sobre la mesa la necesidad de proteger la arquitectura más valiosa del siglo XX que se había quedado fuera de catálogo.
Después del pensamiento del brindis, llega la primera pregunta. ¿Cómo se hace la selección de un centenar de obras del siglo XX en Valencia? La Fundación Docomomo Ibérico, dedicada al Movimiento Moderno, tiene un registro que supera los 2.000 casos en España y Portugal. En el caso de Valencia ronda los 200 inmuebles y cada año se añade alguno más.
Difícil tarea pues. César Guardeño, portavoz de la asociación Círculo por la Defensa del Patrimonio, destaca entre los desaparecidos el antiguo Club Náutico de Valencia, derribo por la ampliación del puerto en los años 80 y obra de los arquitectos Fungairiño y Goerlichoo durante la Segunda República. «Una joya», asegura.
Para que no pasen desgracias como esa, el catálogo debe ser aprobado por el pleno el próximo año, sin más dilación. Guardeño lamenta que seguramente no se tomará en consideración el antiguo cine Metropol, también de Goerlich, inmerso en una causa judicial para impedir su derribo, aunque lucharán para protegerlo. Lo mismo que ocurre con el antiguo mercado Virgen de la Valvanera, en el barrio de Cruz Cubierta y parcialmente cerrado.
Firmado por Borso di Carminati, el autor de Bombas Gens o el cine Rialto, abrió en los años 60 y merece estar en el catálogo, sostiene Guardeño. La idea es que el centenar de fichas reflejen «lo mejor de la arquitectura del siglo XX en la ciudad», nada más y nada menos. Se estudiarán todos los distritos excepto Ciutat Vella, ya con plan aprobado hace unos años.
El concejal de Urbanismo, Juan Giner, impulsa una iniciativa del PP hace tres años cuando estaba en la oposición. La lista de candidatos es interminable con lo que es tiempo de soñar para proteger obras de Joan Guardiola o Joaquín Riera; el legado de Javier Goerlich; la sede de la Caja de Ahorros en Ruzafa y Obispo Amigó de Antonio Gómez Davó; la Finca de Hierro, de Vicente Figuerola; el Espai Verd, de Antonio Cortés; el Palau de Congresos, de Foster, el MUVIM, de Guillermo Vázquez Consuegra; o el Veles e Vents, de Chipperfield y Vázquez, entre otras bellezas arquitectónicas. Casi nada.
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