Volvamos a lo básico

Uno ya pinta canas y recuerda la noche en que la calle de su barrio, Tránsitos, se iluminó como si fuera de día gracias a las farolas clavadas en las fachadas de unos agradecidos vecinos. También está en la memoria de la niñez el olor del primer asfalto que completaba la calzada para acabar así con un charco eterno en otoño e invierno. Esos recuerdos son los que me llegaron después de leer el discurso de clausura de la Semana Ciudadana. La presidenta de la Federación de Vecinos hizo el viernes una encendida defensa de la participación ciudadana y la transparencia, aunque me llamó más la atención por lo cotidiano su petición de que la Capitalidad Verde Europea sirva para conseguir una ciudad más sostenible y habitable.

Para lograrlo, nada mejor que empezar con lo básico, pensé. Igual que cuando dicen que contra el hambre en África se lucha con una buena carretera, las infraestructuras de una ciudad moderna deben pasar por el filtro de la sostenibilidad y el respeto al medio ambiente. Y no me refiero sólo a las farolas y asfalto de mi niñez, sino sobre todo a las zonas verdes, el arbolado, los carriles bici, el transporte público y la reducción de la contaminación.

Coincido plenamente con Broseta es que ese será el mejor legado de Valencia a la Capitalidad Verde Europea. Si el Ayuntamiento presenta al final del ejercicio un balance de menos alcorques vacíos, más metros cuadrados de jardines o nuevos huertos urbanos vinculados a colegios, podrá decirse que la ciudad está en el camino correcto para el futuro.

No sólo en eso, dado que el medio ambiente debe ser transversal. Es innegable el beneficio de los carriles ciclistas como se ha visto en toda Europa. Ahora bien, deben diseñarse de la manera más adecuada con el fin de que no molesten al transporte público y a los viandantes. Valencia es la ciudad perfecta por su tamaño para ello, a pesar de que al Consistorio le explotó hace tiempo en la cara el fenómeno de los patinetes eléctricos y trata de regularlos con desigual éxito.

La planificación urbana debe tener en cuenta todo esto, al igual que las energías alternativas. El proyecto de colocar placas solares en el Cementerio General está tardando más de la cuenta y no se ven avances claros en otras iniciativas. La EMT sí que se ha puesto las pilas, nunca mejor dicho, en la renovación de su flota. Después de la pandemia, la gratuidad de los menores de 31 años y el descuento para el resto se convirtió en algo fundamental para poner en marcha de nuevo las ciudades. Este año seguirá y es deseable que también en 2025, dado que son el mejor instrumento para luchar contra la contaminación del aire.

De ahí que me chirria el anuncio que hizo la alcaldesa Catalá en una entrevista en Cope Valencia de que el próximo pleno aprobará la ordenanza de la Zona de Bajas Emisiones de tal manera que en 2025 no se multará a los conductores infractores por entrar con sus vehículos contaminantes en los barrios que se quieren preservar de la polución.

Está claro que todos no se pueden comprar un Tesla, como ya dijo el exalcalde Ribó, y que esta normativa afecta sobre todo a la clase obrera, pero año y medio parece excesivo, sobre todo si se apuesta de verdad por el transporte público. Habrá que esperar a lo que se vota en el pleno porque la zona de bajas emisiones es una medida impopular y PP y Vox pueden encontrar aliados. No obstante, Valencia no se puede quedar atrás en este tipo de iniciativas precisamente en el año de la Capitalidad Verde Europea. Una ciudad más limpia y con aire libre de contaminación debe ser el objetivo.