Apoderados de ayer y de hoy

Como aficionado nací en una época en la que José Flores González «Camará», era el paradigma del apoderado que todo torero quería tener. Su conocimiento del negocio, había sido torero y empresario, dejaba poco margen para los equívocos a los excolegas con los que tenía que ajustar los contratos. Todo ello sustentado en un carácter forjado en la rectitud, la seriedad y el cumplimiento de la palabra dada.

En la actualidad, al haber confiado la mayoría de los toreros la defensa de sus intereses a los empresarios, se han convertido, sin pretenderlo -o sí-, en asalariados. Hoy hay pocos toreros que se compran una finca en los primeros años de alternativa, y en la época de Camará, de Andrés Gago, otro ilustre apoderado de entonces, de Dominguín o Hermanos Lozano, así como los posteriores Pepe Luis Segura o Curro Vázquez... las figuras que llevaban rara vez dejaban de resolver su futuro sin necesidad de estar veinte temporadas jugándose la vida. Claro que para ello, la opinión de los buenos apoderados era prioritaria sin necesidad de ir a consultarle al torero de turno cada cuestión, detalle que les trasmuta de apoderados a secretarios asistentes.