Después de Ponce

Se puede decir que la torería valenciana seguirá dando frutos después del adiós de Ponce. Los tiempos en los que se formó quien ha sabido conquistar el apelativo de maestro, no son los actuales. Todo es distinto, más complejo, pero la esencia es la misma: pasión y entrega. Ese gen sí ha prendido en el ADN de los chavales que van abrazando la disciplina del toreo. El ejemplo más reciente lo ha protagonizado el último alumno salido de la Escuela de Tauromaquia, Alberto Donaire, quien para que no se le fuera un triunfo bien ganado se entregó sin reservas a la hora de ejecutar la suerte suprema sufriendo una cogida que todavía lo tiene en el hospital.

Pero respetando galones, es el matador de toros de Benimaclet, Román, quien no ceja en su empeño de convertirse en el gran reclamo que alimente nuevas pasiones. Y no es el único que provoca interés. Ahí está el torero de Ayora, Samuel Navalón, quien en menos que canta un gallo se ha plantado como novedad que ilusiona. Y hay mas, Nek Romero y Niño de las Monjas, ya han dado el paso de la alternativa, y la escuela no para de presentar futuribles. Hasta una terna tiene en la línea de salida. Está formada por el chavalillo que se recupera en el hospital, Alberto Donaire, Alberto Torrijos, de Algemesí, y Simón Andreu, de Chiva. Ahí está el futuro.