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Pasó la primera parte del abono maestrante dejando todo un mosaico de mensajes que conviene no echar en saco roto si queremos sublimar la fiesta de los toros. El más destacado, con el que me quedo para poner en valor muchos de los momentos estelares ... que se han vivido, es el referido al apartado ganadero. Y de éste las dos versiones que hemos visto y disfrutado: La bravura que facilita el toreo profundo, armónico y bello y la otra, la que alcanza el éxtasis de la emoción pisando las lindes de lo trágico. Dos líneas tremendamente definidas de las que en la cabaña actual de bravo predomina la primera -la sociedad de hoy así lo exige- sobre la segunda, y en las dos se aprecia la gran labor de selección que han llevado a cabo los ganaderos. Que no se caigan los toros, que no salten al callejón y que aguanten faenas de gran sometimiento, es mérito de un trabajo tremendamente apasionado y no siempre reconocido para esa casta tan especial por sacrificada, que es la de ser ganadero de bravo.
Por eso, en estas corridas de la Feria de Abril que comentamos, se han podido disfrutar toros de encastes que permiten el toreo estético, como los de Bohórquez, que facilitaron la entrega de Lama de Góngora y la más que ilusionante actuación de Calerito; o el lote de Santi Domecq, tan armónico, tan noble y tan bravo, que propició el éxito de un valiente David de Miranda, y de un cada vez más cuajado José Garrido. De resaltar, en esa misma línea de equilibrada presentación que se venía viendo en el coso del Baratillo, el carácter de la encastada corrida de El Parralejo que tuvo la mejor réplica en un pletórico Miguel Ángel Pereda, al que posibilitó que saliera por la tan codiciada puerta del Príncipe, así como en Borja Jiménez y Paco Ureña, éste sin espada. Por su parte, la clase de los Cuvillos se vio penalizada por la escasa presentación de alguno de sus ejemplares, lo que restó méritos a la gran actuación de Talavante y Urdiales, pero sobre todo a la muy meritoria puesta en escena de Daniel Luque.
De esa otra versión ganadera en la que para resolver las dificultades que plantean sus toros los espadas tienen que recurrir con frecuencia a la épica, en el albero sevillano hubo una impactante prueba con el encierro que presentó el ganadero Victorino Martín. Al cuajo, bravura y seriedad de sus pupilos, la no menos brava terna -Escribano, Borja Jiménez y Roca Rey- hubo de aplicar la mejor técnica y disposición para darle adecuada réplica dando lugar a momentos de buen toreo y también de indescriptible angustia como los vividos con el diestro de Gerena. Con todo y por todo, loa a los ganaderos.
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