El comportamiento de la Maestranza con Roca Rey la tarde de los victorinos la alejaba un mundo de ese su sello de afición entendida y justa. Había que esperar a que el astro peruano volviera a trenzar el paseíllo en su dorada arena para comprobar ... si aquello de negarle el pan y la sal a un torero que se vació y dio la talla de figura grande ante dos toros muy complejos, iba a tener continuidad. Finalmente se pudo comprobar que no, que aquellos demoledores silencios con los que le castigaron, que es la forma más cruel con la que la afición hispalense suele castigar lo intrascendente, no tenían razón de ser. Y fue así, porque si lo que la afición que llenó la plaza aquella tarde, y hasta el director de la banda de música, quisieron reivindicar la presencia en el cartel de un torero sevillano como es Daniel Luque, que es lo que corre por los mentideros, eligieron un mal momento. Porque con su actitud provocaban dolorosos agravios a Manuel Escribano y también a Borja Jiménez, tan sevillanos y tan toreros como el que más.

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Por todo ello, afición y música, en la última comparecencia de Roca Rey, quien, por cierto, volvía a hacer el paseíllo con otros dos sevillanos de gran porte torero, Juan Ortega y Pablo Aguado, hicieron un severo acto de contrición reconociendo todos los valores que atesora el espada que llegó del otro lado del Atlántico con el mandato de reconquistar a los jóvenes de su generación, lo que está haciendo de mil maravillas. Valores que se fundamentan en la honestidad, entrega sin trampa ni cartón y, lo que es más gráfico y me emociona más, con tremenda vergüenza torera.

Esa de la que siempre hicieron gala todas las figuras que llegaron al rango alcanzado por este joven espada, quien por cierto también se forjó en tierra tan torera como la de Serva la Barí, justo en la fragua de ese buen torero y mejor persona que es Jose Antonio Campuzano y que el torero formado con tan honesto profesional, supo reconocerlo esa misma tarde con un emocionado brindis. Tomar parte en cuitas tan marginales dice poco de quienes las promueven, entre otras razones porque como dice el refrán popular, en todas las casas cuecen habas y en la propia, a calderadas. Y todo sin querernos referir al nonato mano a mano propuesto en la Magdalena entre el mencionado Daniel Luque y Borja Jiménez. Ah, y quede claro, sin restarle un ápice a la torería y plena sazón del torero de Gerena. Con la leal y meritoria puerta del Príncipe ganada por Andrés ante la venida a menos corrida de Victoriano del Río, la afición maestrante recuperó lo que siempre la distinguió, su sello de entendida, justa y señorial.

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