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Prescindible
Una moción de censura que está condenada al fracaso no es la herramienta adecuada para desgastar a un Gobierno a la deriva
Miércoles, 22 de marzo 2023, 01:59
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Miércoles, 22 de marzo 2023, 01:59
La moción de censura constructiva -con candidato alternativo- que regula la Constitución es un instrumento que a lo largo de la democracia se ha empleado en cinco ocasiones. Sólo en una de ellas, la que catapultó a Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno tras un hábil manejo de la sentencia del 'caso Gürtel', ha sido apoyada mayoritariamente por el Parlamento. No así en las que impulsaron Felipe González contra Adolfo Suárez, Hernández Mancha contra González, Pablo Iglesias contra Rajoy y Santiago Abascal contra Pedro Sánchez. Tampoco va a prosperar la que comenzó ayer a debatirse en el Congreso y que con el sello de los diputados de Vox tiene al prestigioso catedrático Ramón Tamames como candidato. El resultado de la iniciativa estaba cantado desde el momento en que ningún grupo se prestó a respaldarla. Lo que no se sabía era cómo iba a discurrir la sesión, quién hablaría, con qué tono y durante cuánto tiempo. Tras la primera jornada, parece evidente que si de lo que se trataba era de conseguir el desgaste de la figura del presidente del Gobierno no se ha avanzado demasiado. El líder socialista usó el debate para reivindicarse ante los suyos, con discursos maratonianos fervorosamente aplaudidos por su bancada. Y de paso para dar protagonismo a Yolanda Díaz, que acaba de anunciar el lanzamiento de su plataforma electoral, Sumar, cuyos votos y escaños necesitará Sánchez para poder mantenerse en la Moncloa. Los graves incumplimientos, las incoherencias y errores de la gestión gubernamental quedaron al descubierto tanto en el discurso de Tamames como en las intervenciones de Abascal. Pero ni el uno ni el otro aportaron elementos novedosos como para poder hablar de un antes y un después de la moción de censura, de la que en términos políticos y de imagen Sánchez sale como entró. En esa tesitura, resulta difícil de entender que por segunda vez se recurra a un mecanismo que aunque constitucional y perfectamente legítimo debería reservarse a situaciones en las que pueda producirse el relevo en la Presidencia, o al menos un resultado ajustado. Nada de esto es lo que va a suceder. Nos encontramos, en definitiva, ante un trámite prescindible, sin apenas efectos constatables, más allá de enturbiar las relaciones de los de Abascal con el PP, dos partidos que están tan condenados a entenderse como el PSOE y Podemos. Salvo que populares y socialistas pactaran que gobierne el más votado.
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