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Dimes y diretes de la época

Algunas frases se ponen de moda sin saber muy bien el motivo de su éxito. Si les llega el declive, tampoco está clara la causa de su decadencia

Lunes, 21 de octubre 2024, 00:09

Tal vez algunos lectores, quizá los más jóvenes, se pregunten: ¿Y qué son unos 'dimes y diretes'? Intentaré definir esta frase hecha con el menor número posible de palabras: los 'dimes y diretes' expresan, a menudo y coloquialmente, cosas exageradas, creando malentendidos o tensiones ... entre las partes involucradas. Los 'dimes y diretes' suelen oscilar entre la broma maliciosa y la indiscreta alusión a verdades semi-ocultas.

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'Preocupación cero'. Esta frase, habitual últimamente en declaraciones ministeriales, ¿es realmente un 'dime y direte'? En mi opinión sí. Quiere transmitir tranquilidad de manera tan exagerada que resulta inverosímil en medio de una situación política de alta conflictividad: pactos con los exterroristas, amnistías, la vivienda, sospechas de corrupciones varias, duras críticas de los patriarcas del partido y de líderes territoriales... No preocuparse con este panorama es una muestra de irresponsabilidad. En realidad, se trata de otra mentira.

'A mí plin, yo duermo en Pikolín'. Esta frase ochentera y comercial, con tanto éxito en aquellos años, transmite una actitud despreocupada: «No me afecta, yo estoy bien y cómodo». Es algo así como un enunciado primitivo que, tras su declive en las últimas décadas, reaparece con un formato modernizador: 'Preocupación cero'. El Poder político ha puesto en valor aquel desinhibido reclamo para vender colchones.

Acabo de utilizar, sin darme cuenta, otro 'dime y direte': 'poner en valor'. No volveré a hacerlo. Renuncio también, en lo que me queda de artículo, a recurrir a una frase hecha muy de moda en esta tercera década del siglo XXI: «Salir de nuestra zona de confort». Con lo que cuesta acceder a una zona confortable y, de pronto, extraños reclamos en las redes sociales nos animan a renunciar a las dulces compensaciones cotidianas: en mi caso, el sillón, el ordenador, mi familia, mis dos perros, mis libros, los amigos, las exposiciones, pasear por Valencia, la prensa, la tele...

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Bárbara Rey afirma que está «tranquila y confiada». Asombrosa proclama. Uno, en su modestia vital, se pone nervioso e inseguro cuando recibe un aviso algo críptico de su banco, cuando me llaman muchas veces los amigos por teléfono y cuando no me llaman en varios días. Sin embargo, Bárbara Rey está -dice ella- muy relajada en pleno escándalo en el que interpreta en la vida real el papel atroz de chantajista.

Le tuve manía a un 'dime y direte' consistente en decir al final de un firme comentario aquello de 'Y punto pelota'. Este latiguillo estuvo de moda hace años. Ahora parece vivir un declive. No están claras las razones, ni de una cosa ni de la otra. Auge y caída de una apostilla que tuvo momentos de gloria. Ofrezco de modo desinteresado una idea a los señores ministros. En vez de decir a palo seco 'Preocupación cero', ¿por qué no recurren a un tripartito añadiendo dos 'dimes y diretes'? La contundencia está asegurada (la claridad no, la contundencia sí). Por ejemplo: Pregunta del periodista: «¿Cómo evolucionan los asuntos judiciales?». Respuesta: «Preocupación cero: a mí plin, yo duermo en Pikolín. Y punto pelota».

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Lo puedo decir más alto, pero no más claro: este último 'dime y direte' surgió de la sabiduría popular. Hay expresiones similares en distintas culturas. Es posible que su uso masivo se ha transmitido a través de la oralidad del día a día.

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