Comentaba el otro día el abuso de los anglicismos en el idioma español, tanto en el escrito como en el hablado. Cité unos cuántos y dejé de nombrar muchos otros (casting, community manager, celebrity, spam, lifting...). Estamos indefensos ante esa creciente moda. En los ... laberintos actuales del castellano hay más elementos tóxicos. El lenguaje inclusivo, las palabras acortadas por comodidad y la repetición cansina de expresiones coloquiales dañan la salud de uno de nuestros principales patrimonios.
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Algunos términos escuchados o leídos últimamente. Presidentes y presidentas (ya puestos, ¿por qué no presidentos?), amable y amabla, tod@s o todes en vez de todas y todos... La intención es voluntariosa (romper con las ideas sexistas y las actitudes discriminatorias), pero el resultado es redundante e impostado.
A mi amigo Zaco, cuarentañero búlgaro que vive en Siete Aguas, le corrijo algunas veces su uso deficiente del idioma castellano. Zaco me dice «voy a ponerme la abrigo porque hace frío». Le corrijo de una forma fácilmente comprensible: «Zaco, se dice 'el abrigo', no 'la abrigo'. Las palabras que tienen como última vocal la 'o' pertenecen al género masculino, y las que tienen como última vocal la 'a' pertenecen al género femenino». «Comprendo», me respondió. Al día siguiente Zaco me dijo: «He dejado la pijama en la sofá».
Busqué el asesoramiento de la Real Academia Española. Su dictamen me turbó un poco: «Algunos nombres acabados en 'a' son masculinos, como 'el mapa', así como las palabras terminadas en las sílabas 'ma' y 'ta' procedentes del griego ('el problema, el idioma, el planeta' ...) También existen nombres femeninos acabados en 'o', como 'la mano'. Las cosas siempre tienen un género definido en español, pero las personas y los animales pueden ser de los dos géneros dependiendo del sexo del ser vivo». El matiz que nos faltaba para liarnos un poco más.
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Me faltaron conocimientos para corregir a Zaco. Decidí entonces no enmendarle nunca más cuando él, asumiendo mis enseñanzas lingüísticas, cometa alguna incorrección. Ayer, Zaco me dijo: «Hace una día muy bonita». Yo callé. Luego, a media tarde, le pregunté qué hora era y Zaco me respondió así: «Son las cinca de la tarda». ¿Las 'cinca'? ¿La 'tarda'? Esos laberintos del idioma no supe explicárselos. ¿Se dice 'la noche' o 'la nocha'? ¿Mañana será 'martes' o será 'martos'? Ante tantos matices, me encontré desbordado.
No se terminan las novedades del idioma español con el uso exigente y a menudo algo confuso de la 'a', la 'e' y la 'o', tres escurridizas vocales. Últimamente asistimos a la tendencia imparable de acortar muchas palabras. Mayoritariamente ya no se dice 'superior', se dice 'súper'. Tampoco decimos 'televisión', basta con decir 'tele'. Nada de 'transexuales', es preferible la palabra 'trans'. A los 'profesores' casi todos les llaman 'profes'... Nada de 'fotografías': con decir 'foto' ya sabemos de qué va. '¿Motocicleta? Es suficiente con 'moto'. ¿Bolígrafo? Qué pérdida de tiempo: con decir 'boli' nos entendemos.
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Al empeño de minar la salud del castellano se suman nuevas expresiones coloquiales. La palabra 'guai' (en vez de 'estupendo') se ha puesto de moda. En un programa de 'First Dates', en la Cuatro (no en 'La Cuatra'), un joven contó que, en la niñez, su padre le había maltratado. Su interlocutora exclamó: «¡Qué guai!».
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