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Si abrazados a la almohada, por las noches le damos vueltas a las novedades políticas, no resulta fácil conciliar el sueño. El mundo se está avinagrando a la carrera. La historiadora norteamericana Anne Applebaum, periodista del The Washington Post y ensayista ganadora del Premio Pulitzer ... en 2004 por 'Gulag' (Debate, 2019), asegura en su último libro, 'El ocaso de la democracia' (Debate, 2021), que las democracias liberales de Occidente «están bajo el asedio y el auge del autoritarismo».
Apoyándose en el análisis de Hannah Arendt (Alemania, 1906-Estados Unidos, 1975) sobre 'la banalidad del mal', Applebaum afirma por qué son tan atractivos para tantas personas los sistemas políticos con mensajes simples y radicales. Otra referencia esencial de Applebaum es Julien Benda (Francia, 1867-1956), una de cuyas predicciones en 1927 figura en el prefacio de 'El ocaso de la democracia': «Nuestra época es de hecho la época de la organización intelectual de los odios políticos». Terrible y actualísima frase: «La organización intelectual de los odios políticos».
'El ocaso de la democracia' se centra en las últimas pugnas políticas en Polonia, casi todas deprimentes. La autora analiza también los retrocesos en Estados Unidos, Hungría, Rusia, Reino Unido o España (las páginas dedicadas a nuestro país son las más convencionales del libro). Applebaum inicia su ensayo contándonos la fiesta que ella y su marido Radek Sikorski -político polaco de centroderecha y viceministro de Exteriores- dieron la Nochevieja de 1999 «en una pequeña casa solariega en el noroeste de Polonia que Radek y sus padres habían comprado una década antes -prácticamente por lo que costaban los ladrillos-, cuando era sólo una ruinosa construcción mohosa e inhabitable en la que no se había hecho reforma alguna desde 1945».
«Entre los más de cien invitados había amigos periodistas de Londres y Moscú, jóvenes diplomáticos que trabajaban en Varsovia, amigos que viajaron desde Nueva York... Pero la mayoría eran polacos, amigos nuestros y colegas de mi marido. También había viejos conocidos del lugar, algunos compañeros del colegio de Radek y un grupo numeroso de primos suyos». Este grupo liberal celebraba que Polonia, un país de trágica historia, fuese -¡por fin!- «un Estado de derecho, a favor del libre mercado, con separación de poderes y en camino de adherirse a la Unión Europea. Eso era lo que significaba ser de derechas en la década de 1990». ¿Por fin una sociedad democrática?
Nada de eso. Ha discurrido el tiempo y, como decíamos antes, la situación política en Occidente se ha avinagrado. Algunos se radicalizaron hacia la derecha; otros, hacia la izquierda. «Aquel momento pasó», lamenta Applebaum. «Ahora, dos décadas después, cruzaría la calle para evitar encontrarme con algunas de las personas que estuvieron en aquella fiesta de Nochevieja. A su vez, ellas no solo se negarían a entrar en mi casa, sino que se avergonzarían de admitir que alguna vez estuvieron allí».
¿Qué ha ocurrido en estas últimas décadas? ¡Los mensajes simples llenos de odio, el lenguaje guerracivilista! «La mitad de las personas que compartieron aquella Nochevieja de 1999, ni siquiera hablaría con la otra mitad. Ese distanciamiento es de carácter político, no personal. Polonia es hoy una de las sociedades más polarizadas de Europa», concluye la historiadora.
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