Los cinéfilos tenemos la palabra. Las respuestas son muy diversas. Eso siempre es interesante.
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Carlos Pajuelo de Arcos (escritor): «Me salí del cine en la proyección de 'El viaje a ninguna parte' (Fernando Fernán Gómez', 1986). El propio título ya invitaba a no entrar ... en la sala. No obstante, mi capacidad de sacrificio y mi amor al cine me empujaron a hacerlo. Hoy no lo haría. A mitad del viaje estaba cansado de no ir ningún lado».
Natividad Navalón (escultora): «Siempre resisto hasta el final. Es cierto que me inquieto en la butaca cuando la película resulta ser un panfleto fácil, se recrea en lo evidente o cuando no saben cómo terminarla. Miro el reloj una y otra vez, pero le doy una oportunidad al director. A veces me sorprende en los últimos 20 minutos dando sentido a la película; otras, necesito comprobar por mí misma que es realmente una estupidez».
Ricardo Gil Romaguera (pintor): «No acabé de ver 'Salo o los 100 días de Sodoma' (Pier Pasolini, 1975). Me salí después del episodio escatológico y los relatos de las prostitutas, cuando la pianista se suicida lanzándose por la ventana. Ya más maduro, la película me gustó. Dura e implacable, retrata la dominación y las flaquezas humanas en su peor expresión. El final, con el gramófono y el baile de dos jóvenes, fue un remanso de paz tras la tragedia».
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Joaquín Vallet Rodrigo (crítico de cine): «Habitualmente, termino todas las películas que veo, aunque no me estén gustando. Pero en los festivales de cine, por una mera cuestión de optimizar el tiempo, abandono la sala cuando una obra deja de interesarme. Aun así, una de las que he dejado últimamente a la mitad porque ya no podía soportarla es 'Dune', de Denis Villeneuve, probablemente, una de las películas más insoportables y estéticamente horrorosas de los últimos años».
J. M. Macián (economista e inventor de palabras): «A los veinte o treinta minutos del inicio de la proyección de 'Videodrome' (David Cronenberg, 1983), horrorizado ante lo que veía, salí huyendo despavorido y de modo precipitado, generando la consiguiente alarma entre el resto de los espectadores en la sala Eslava de Valencia».
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Malu Zamora (cineasta): «Con veinte años cubría, día y noche, eventos para la prensa rosa. Asistí, sin dormir, al estreno matinal de 'Máximo riesgo'. A los tres minutos me quedé frita. Después, rueda de prensa. Los periodistas le preguntábamos ordenadamente a Sylvester Stallone. Llegó mi turno. Solo le pregunté cómo se mantenía tan cachas. ''Dieta y ejercicio'', respondió. «Pero tú tampoco estás mal», añadió. Brigitte Nielsen, su novia culturista, me miró. Agaché la cabeza y huí cual conejo».
Christopher Theilet (empresario): «No aguanté hasta el final 'The Matrix Resurrections' por caótica, nunca sabía si estaba en el futuro, en el pasado o en el presente. Me aburrió tanto que, por no caer en los brazos de Morfeo (por cierto, uno de los personajes de Matrix), me fui del cine».
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Marta Giner (emprendedora): «No terminé de ver 'Los chicos del maíz' (Fritz Kiersch, 1984), no porque me pareciese mala, sino porque me daba muchísimo miedo».
Olga Porras (asistenta del hogar): «No pude soportar hasta el final 'La guerra de los mundos' (Steven Spielberg, 2005), me salí del cine porque me parecía aburrida, malísima»
Rafa Marí (periodista). «No terminé de ver 'Cantando a la vida' (Angelino Fons, 1968), la peor película de la historia cine español, por no decir del mundial. Protagonizada -es un decir- por Massiel, a la que adoraba. Aún no le he perdonado este bodrio de espías y canciones».
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