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EFE
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Putin quiere darnos 'jaque mate'

El presidente ruso amenaza con una guerra nuclear, elimina adversarios, amaña elecciones y califica de 'terroristas' a Kaspárov y al movimiento LGTBI

Domingo, 24 de marzo 2024

El hombre lobo, Drácula, Freddy Krueger... Las películas de miedo suelen ser muy entretenidas. Pero cuando el terror se convierte en materia prima de la realidad, entonces la cosa pierde toda su gracia. Noticias de estos días: 'El presidente ruso dice que enviará tropas ... a la frontera con Finlandia para responder a su entrada en la OTAN'; 'Putin advierte a Occidente: Rusia está preparada para la guerra nuclear'; 'La amenaza silenciosa de Putin a la OTAN: submarinos con armas nucleares que nadie sabe dónde están'.

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En unas elecciones sin credibilidad ni garantías, Putin ha arrasado en las recientes presidenciales en Rusia con el 87,28% de los votos. Cuba, Venezuela, China, Nicaragua, Arabia Saudí y Corea del Norte, entre otros países no demasiado democráticos, han felicitado a Putin. El Kremlin controla de modo implacable el sistema político, los medios de comunicación y las elecciones. Los mecanismos débiles de las democracias pueden ser, lo son a menudo, parteras de las autocracias.

El mandatario ruso, con su imponente aspecto glacial, es muy peligroso. Lo saben sus adversarios (o lo sabían: muchos de ellos ya están criando malvas). Hagamos un tembloroso recorrido: octubre de 2006, la periodista Anna Politkóskaya fue asesinada en el portal de su domicilio; el abogado Stanislav Markélov y la periodista Anastasia Babúrova, ambos críticos con Putin, fueron asesinados en Moscú en enero de 2009; Natalia Estemírova, activista de derechos humanos, apareció muerta cerca de una carretera en la república norcaucásica de Ingushetia en julio de 2009; Boris Nemtsov, exviceprimer ministro y entonces dirigente opositor, fue asesinado frente a las murallas del Kremlin en febrero de 2015; el pasado febrero murió en prisión de modo repentino Alexéi Navalni, considerado 'el rostro de la oposición rusa'.

Tras conocerse la muerte de Navalni, Garri Kaspárov, excampeón del mundo de ajedrez (1985-2000) y ruso exiliado con pasaporte croata, escribió en las redes sociales: «Putin es el asesino de Navalni». Kaspárov concedió una entrevista al medio RBC-Ucrania en la que afirmó, quizá con un exceso de doble optimismo: «La caída del dictador mafioso Putin será inevitable tras la liberación de Ucrania».

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Las autoridades rusas, sumisas a las órdenes de Putin, actuaron con rapidez incluyendo a Kaspárov en la lista de 'terroristas'. En España vivimos una envenenada polémica sobre lo que es o no es terrorismo, bien sea de 'alta' o 'baja' intensidad. En la Rusia actual no se calientan la cabeza con tales disquisiciones: Putin considera terrorista a todo aquel que critique la guerra en Ucrania. Tiene más fobias: Rusia acaba de incluir al movimiento LGTBI en su lista de organizaciones terroristas.

Una lucha desigual. Frente a un Putin que nos amenaza con el estallido de la III guerra mundial, poco podrá hacer la poderosa inteligencia de Kaspárov, alimentada en batallas desplegadas ante tableros de 64 casillas y con el reloj tasando el tiempo de cada jugador. Los ingenuos voluntariosos necesitamos creer que Kaspárov conseguirá ante el gran déspota alguna victoria, aunque sea de carácter simbólico.

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Una de esas victorias nadie se la quitará ya a Garri: mientras los 'jaque mate' nucleares de Putin llevan en sus entrañas muerte y destrucción, los 'jaque mate' ajedrecísticos de Kaspárov representan la vida y la belleza.

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