Anatomía básica
Nos brindan lecciones de anatomía algo cavernícola para ver si nos alteran los viscosos higadillos por aquello del miedo que no cesa. Salió un gerifalte ... del gobierno USA para deslizar que, acercarse a China, equivale a «cortarse el pescuezo». Y lo del «pescuezo» siempre destila un perfume tirando a siniestro. Igual trataba de seguir la estela de su patrón Trump, porque lo de «me están besando el culo» ha resultado un trallazo muy rockanroll, sólo que el blondo de la piel naranja no es una estrella del rock, sino el presidente de la nación más poderosa del planeta. Y así, entre el culo y el pescuezo, vamos renqueando ojipláticos, carisecos y muy entretenidos.
Pero no crean que el culerismo de Trump es original. Hace décadas, Jerry Lee Lewis, uno de los padres del rock, pianista autodidacta y dinamitero, marchó de gira a Inglaterra. Allí descubrieron que su esposa contaba unos quince años y que, además, era su prima. La escandalera machacó la gira, que mutó en desastre. Lo que no contaron los de la prensa sensacionalista es que, en el Sur Profundo, lo normal era casarse con la prima catorceañera. Ya saben ustedes que cuanto más primo más me arrimo y que, a tempranas edades, es inevitable coquetear con esa primita tan angelical. Cuando Jerry Lee Lewis embarcó en el avión para huir del ruido, perseguido por la furia de los sañudos periodistas, gritó: «¡Inglaterra, bésame el culo!». Sugerir que te besen el culo, en aquella tierra, forma parte del folclore insultador, de la tradición trompetera que humilla al adversario. Trump añade salseo barato porque entiende que la política es espectáculo. En Europa sólo besamos el culito de nuestros tersos bebés y, ya puestos, el de la tornasolada Melania. Si el culo de Trump gasta el color de su careto, no lo besamos, que nos produciría asco y aquí todavía cuidamos las formas. Todavía.
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