La cochambre del chándal

Promover la visita de un yihadista mentecato y cafre al Congreso, reponsable de sangre inocente derramada, supone abrazar el juego sucio que humilla con maldad a las familias de las víctimas del terrorismo de este país. Si encima el energúmeno, tipo de sesera limitada, como se pudo observar, lee un texto preparado para lanzar porquería contra el CNI, la jugada, en efecto, apesta. Y a esta peste contribuyó el PSOE, pues permitió la 'performance' sin rubor. Total, deben de pensar, mientras les contentemos con espectáculos así, vamos tirando. El reo se presentó vestido de chándal, vestimenta acaso ideal para bajar el domingo a la calle a la verdulería del paquistaní para comprar las aceitunas que necesitas en el vermú, pero que no procede cuando acudes a declarar hasta la morada de los padres de la patria. En chándal. Sí. La política española, en efecto, queda reducida a esa pieza y por eso desprende el tufo chandalero de la dejadez, del abandono, de la cochambre, como de discursos que no son sino las pelotillas molestas que jalonan las coderas de un viejo chándal. Al yihadista, por obra y gracia de Junts, le sacaron del chabolo, le dieron un paseo bajo la sombra de la escolta y le sentaron en una sala del Congreso. Y todo sin despeinarse ni quitarse el chándal. Por suerte el Valencia CF empató fuera de casa y la salvación se acerca. Y eso es lo que importa, ¿no?