Dosificar la chulería

Sánchez se nos pone muy bravo con todo el mundo, proyectando su verbo trufado de trolas, pero luego se nos achica cuando los de Junts se lo montan de espartanos en las Termópilas y le hacen pasar por el aro. Por supuesto, Sánchez y sus ministros papagayos proclamaron que jamás trocearían o filetearían el decreto ómnibus que ahora es microbús. Lo repitieron entonando melodías farrucas de argumentario alambicado y plúmbeo. Naturalmente se han tragado sus palabras porque sin Junts no son nadie. Necesitan su limosna y, por mucho farol que exhiban, llegado el momento de la verdad, asumen. Otra vez. Maquillan la espantosa derrota con la palabrería habitual, vendiendo su capacidad para el diálogo, pero han hincado la rodilla porque son los vasallos y su señor se llama Puigdemont. Mención especial merece Miriam Nogueras, verdadera 'killer' de afilada piñata, pues se cachondea de ellos, y sin piedad, cuando muerden la arena del coso como ese cornúpeta herido de muerte. Pero que tampoco se alegre tanto de estas victorias puntuales. Al fin y al cabo su jefe, Puigdemont, sigue sin pisar suelo español, y ahí duele porque esas banderillas representan auténtico castigo de fuego. Pierden todos, pero sobre todo pierde la dignidad española.