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Fue lo más parecido a una industria, raquítica si se quiere, pero industria al fin y al cabo, que tuvimos relacionada con el audiovisual. Y ... un buen puñado de aquellas películas triunfaban en la taquilla, con lo cual no me parece justo despreciarlas. «Españoladas», así calificaron sañudos los progres a esos largometrajes preñados de actores estupendos y técnicos más que solventes. Claro que eran «españoladas», para eso se producían en aquella España con algo de olor a calcetín. Lo gracioso es que, cuando esos mismos progres optaron por dirigir, derramaron bodrios insoportables, nefastos. Ahí se vio que el talento progre sólo servía para destruir, que es lo fácil, nunca para construir, que es lo difícil. En efecto, que podíamos esperar de unos listos que ventilaban el cine de John Ford escupiendo que era «facha». Ufff.
En el programa 'Cine de barrio', basado fundamentalmente en aquellas «españoladas» que captan un público cargado de años y añoranzas, advertirán a partir de ahora, antes de iniciar la sesión, de las perfidias de aquella obras. Apuntarán que aquellos entretenimientos de celuloide destilan el jugo de un tiempo lejano, pasado, que hemos superado. ¿Mostraban actitudes machistas y sexistas? Sí, claro, sólo que entonces ese era el mundo que nuestros padres conocieron y nadie se planteaba si aquello estaba bien o mal. El personal acudía hasta las salas para evadirse y distraerse, nadie se calentaba la cabeza. Entre otras cosas porque la generación de nuestros padres, tan «españolada» ella, se dedicaba a trabajar duro para ofrecernos un sinfín de comodidades y posibilidades que hemos, me temo, despilfarrado con nuestro egoísmo recalcitrante. Si gozamos ahora de una sociedad dotada de una verdadera igualdad, se lo debemos a aquella generación. Cuando nos enchufen el cartelito de advertencia, insultan su memoria.
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