El falso profeta

Ahora, este hombre, aspira a la gloria de los Oscar con su 'Emilia Pérez', y acaba de soltar una serie de memeces sobre el idioma español que ruborizan. Tampoco pretende uno montárselo de damisela escandalizada por una puya lejana, y entiendo que, a lo mejor, ante una pregunta, sus respuestas son fruto de cierta empanada mental por el jet lag, a saber. Pero claro, opinar que nuestro idioma es propio de países pobres, en vías de desarrollo y en general apto para migrantes, supone un alarde de estulticia profundo que conviene matizar. Tampoco hace falta citar al gran Cervantes, pura artillería pesada, porque basta sólo puntualizar que Racine, Corneille y Molière chuparon tela marinera de nuestro siglo de oro. Por otra parte, Haití, única posesión gabacha en ultramar, no nada, precisamente, en la abundancia. Qué mal lo hicieron los franceses allí, donde siguen hablando, como es obvio, francés. Además, en los países africanos donde los franceses establecieron un dominio basado en la rapiña, preservan el idioma de nuestro vecinos, pero tampoco, vaya, viven en la opulencia. Sin embargo, no se nos ocurriría afirmar que el francés es propio de naciones subdesarrolladas, bananeras y fracasadas por culpa de una metrópoli que se dedicó al latrocinio. Seguiré admirando 'Un profeta', aunque a Jacques Audiard le detecto faz de falso profeta.