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Apenas diez añitos contaba uno cuando los Roper conquistaron nuestros corazones con ese humor que nos sorprendía por cercano, malvado, ácido, corrosivo, cabrón y cariñoso, ... todo a la vez. Eran tan humanos como nosotros. La familia entera se reunía para mirar esa teleserie porque, en plena Transición, en medio de los atentados de la ETA y del GRAPO, en mitad de las manifestaciones, de las trifulcas, de los discursos, de las esperanzas y de las angustias, necesitábamos risa frescachona a modo de válvula de escape. No percibía todos los doble sentidos de los diálogos, pero sí sentía la vibración diferente que manaba de aquello, con esa pareja tan descabellada y chapucera de pura clase media inglesa.

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