Apenas diez añitos contaba uno cuando los Roper conquistaron nuestros corazones con ese humor que nos sorprendía por cercano, malvado, ácido, corrosivo, cabrón y cariñoso, ... todo a la vez. Eran tan humanos como nosotros. La familia entera se reunía para mirar esa teleserie porque, en plena Transición, en medio de los atentados de la ETA y del GRAPO, en mitad de las manifestaciones, de las trifulcas, de los discursos, de las esperanzas y de las angustias, necesitábamos risa frescachona a modo de válvula de escape. No percibía todos los doble sentidos de los diálogos, pero sí sentía la vibración diferente que manaba de aquello, con esa pareja tan descabellada y chapucera de pura clase media inglesa.
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Se nos ha marchado el actor Brian Murphy a los 92 años. Lo primero, cuando me enteré, fue soltar ese terrible: «¿Ah, pero estaba vivo?». Cuando Brian interpretaba a George Roper contaba... ¡cuarenta y cuatro años! A uno le parecía que ese señor tenía por lo menos setenta. Pero no. Entonces he recordado a ciertos amigos que, cuando tenían cuarenta tacos, aparentaban setenta, o sea que eran como viejos prematuros. Hay gente así, seguro que ustedes les conocen. Claro que, ahora que por fin tienen setenta, en efecto aparentan los setenta palos, lo cual no se me antoja una ventaja porque siempre han estado luciendo el mismo aspecto. El mismo aspecto vetusto, quiero decir. Cuando fallece un gran actor de Hollywood, una de esas vacas sagradas que sedujo a varias generaciones de espectadores gracias a su talento y a la magia de la gran pantalla, todos expresamos nuestra melancolía porque entendemos que el mundo resulta menos interesante sin ellos. Pero no despreciemos a los Brian Murphy/George Roper. Fueron muy importantes en su modestia y nos dejaron profunda huella porque representaban nuestra propia vida. Descanse en paz, míster Roper.
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