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Imagino que el Pedro Sánchez que se encerró lloroso y quejoso durante cinco largas jornadas por cuestiones relacionadas con el amor logró engañar a sus ... seguidores más incautos. Supongo que el Pedro Sánchez que reclamó cariño y árnica ante su vaporosa desaparición, entonando un discurso cursi pespunteado por una voz meliflua, consiguió engatusar a los tierno corazones de tendencia zurda. Y qué carita de hombre herido componía. Y qué penita irradiaba ante el acoso fruto de los bulos, las mentiras, las trolas y ese formidable atropello al cual, criatura, le sometían sus implacables adversarios.
Paparruchas, por supuesto. Gracias a los guasaps publicados por El Mundo algunos descubren, por fin, en fin, ya era hora, su verdadera faz de persona carente de escrúpulos, de ambicioso sin fronteras que pone a caldo a los de su bando que osaron protestar cuando cometía sus trapacerías. Algunos lo tuvimos claro desde el principio, de hecho desde que él y sólo él trituró sus propios principios faltando siempre a la palabra dada. No es que fuésemos muy listos, se trataba de observar la mera evidencia. Sin embargo, como aquí la mayoría funciona mediante el sesgo ideológico, se diría que eso impide opinar con un saludable criterio preñado de escepticismo. Algunos no necesitábamos esos guasaps, aunque bienvenidos sean, por supuesto, para certificar que, sin su máscara de cera y disimulo, sin su estampa de tipo apuesto, no es más que un señor artificial agarrado al poder como la lapa a la roca, como la garrapata al cuello del can. Conviene destacar lo que cuenta Lambán, o sea esos ataques de ira y esa forma de irrespetar al prójimo. Nos dirige un presidente de nervios disparados, escasa educación, nula prudencia y rencor a flor de piel. Por mucho menos mandaron a Rajoy a su casa. No parece que esa misma flauta vaya a sonar con Sánchez.
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