El magreo

Todo el asunto, sinuoso y espeso, acaso peligroso, y máximo respeto para la avasallada porque algunos justicieros la están tomando contra ella, adquiere con las palabras errejonescas un acento adolescente que nos traslada hacia aquellos tiempos mozos nuestros donde los intentos de seducción presidían nuestras cortas vidas. Porque se habló del magreo, de tocamientos, y entonces llegaron al momentazo cumbre que evocaba nuestra juventud perdida; esto es, ¿manoseó el presunto agresor por encima del jersey o por debajo? Nuestros magreos siempre eran consentidos y marcaban el inicio hacia la vida y sus zonas íntimas. Siendo nosotros unos chavales harto cotillas que necesitaban contar sus breves éxitos, los triunfos se medían teniendo en cuenta hasta dónde alcanzaba la mano en aquellos escarceos. Según la frontera sobrepasada, podías sacar pecho, aunque en determinados puntos las fronteras estaban más cerradas que las de Corea del Norte. Pero claro, observar a un talludo narrar este tipo de movidas juveniles te deja perplejo. No entiendes nada. ¿Acaso también hoy juegan en las habitaciones como cuando nosotros éramos unos chavales? ¿En serio?