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Mis primeros recuerdos, bastante vagos, envueltos por nubes en blanco y negro, apenas ramalazos dispersos, son de nuestra ciudad. Camino a trancas y barrancas mientras ... mi madre me sujeta de la mano. No me sube a sus brazos porque antes eso no nos traumatizaba. «Súbeme al bracito...», murmuraba atacado por la vagancia con cuatro o cinco años. «Calla, que vamos a coger el trole enseguida...», responde mi madre. El trole era el trolebús. Y, en efecto, montamos sobre aquel cacharro que me fascinó gracias a sus antenas que recibían el chute de electricidad a modo de combustible. Nunca debimos de renunciar al trolebús. Hoy sería una atracción magnífica.

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lasprovincias El trolebús