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Esta mañana recogía el único libro que los Reyes me han traído. Conocen mi debilidad por la poética de Pablo d'Ors y se atrevieron a cargar con las 428 páginas de los siete relatos que componen 'Los contemplativos'. Como le comenté al propio autor, ... su poética está llena de pistas autobiográficas para emprender un diálogo con él. Son pistas imaginativas para conocer el funcionamiento de una vida humana donde tan importante como nuestro estado mental es el estado cordial y corporal. 'Alma, corazón y vida' siguen siendo las claves en el oficio de la escritura, como lo son para cualquier otra actividad que llena de sentido las horas. Lo sabían 'Los Panchos' cuando sacralizaron en bolero el poema del escritor peruano Adrián Flores, y lo demuestra en cada línea Pablo d'Ors cuando nos obliga a descubrir con inteligencia natural los fugaces destellos de sentido entre las experiencias cotidianas de absurdo y sufrimiento.

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A diferencia de otros escritos donde la presencia de Hesse, Kafka y Kundera eran importantes (y el orden de estos maestros no es aleatorio en la poética de Pablo d' Ors), ahora el protagonismo está en la figura del maestro de artes marciales. En los nuevos relatos, destaca la figura del maestro como el personaje que desata el nudo gordiano de la acción. Por lo general, es un personaje discreto que mantiene el hilo argumental de la lectura. Como en las artes marciales, el protagonismo no está en la figura del maestro cuando explica el valor de cada técnica o arte. En la lectura, como en la educación del alma, el corazón y la vida, llamamos 'Maestro', con mayúscula, a quien hace posible que nos preparemos con ejemplaridad o decoro para el gozo y combate de la vida. Aunque algunos atribuyan esta presencia de las artes marciales al budismo, sobre todo desde que nos ofreciera la 'Biografía del silencio', a mi juicio está en el valor del encuentro que se produce entre el buen maestro que enseña y el disperso alumno que aprende. Aunque el alumno idealice al maestro, éste le recuerda, como un buen entrenador de artes marciales, que se trata de conocerse bien a sí mismo.

El primer relato es una muestra de lo que les digo. Además de ser una invitación al encuentro intergeneracional, el silencio y la escucha, es una invitación para descubrir el valor de la lentitud en tiempos de aceleración digital. Para el entrenamiento de la atención hay que descubrir el valor de la lentitud y la flexibilidad. Además de recordarnos que esta última es la clave del pensamiento y el amor, hay un estilo en el arte marcial del taichi cuyas reglas son quietud, lentitud y plenitud. Un arte que, como los Reyes Magos, también viene de Oriente.

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