Una amiga dice que podrán arrancarle la confesión de cuántos años tiene, pero no la confesión de cuánto pesa. Por suerte no va a volar ... en Air New Zealand. Estamos acostumbrados a que en los aeropuertos nos pesen el perro o la maleta. Ahora nos toca a nosotros. A los 10.000 pasajeros que esa compañía aérea va a pesar en un mes, de manera voluntaria, para ajustar su gasto de combustible. Porque se suelen tener en cuenta estimaciones desfasadas de la masa media para saber el peso total del pasaje. Y eso nos dicen que pasó el 8 de enero de 2003 cuando un avión se estrelló en Carolina del Norte por ir sobrecargado. Las medidas legales de aviación civil, pero de 1936, suponían nueve kilos menos de los que pesaban los estadounidenses. La compañía neozelandesa debe de tener la cabeza de mi amiga: el pesaje será anónimo, ni el pesado lo sabrá, no habrá pantalla y los datos serán anónimos hasta para el personal. No se vulnera el derecho a la lorza.
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