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La revista Nature acaba de publicar un estudio que expone resultados concretos sobre la conexión directa entre las diminutas partículas de aire contaminado y la aparición de cáncer de pulmón. No es la primera ocasión en la que se habla de esta relación causal. Sin ... embargo, el valor añadido que aporta esta investigación científica se refiere al hallazgo sobre el modo y manera en que se desarrolla el tumor en el organismo de un no fumador. Cuanta mayor polución registre una ciudad, mayor incidencia de cáncer de pulmón sufrirán sus habitantes. Es algo de lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) lleva años alertando. De hecho, según la OMS, unas 250.000 personas fallecen cada año por este motivo. Los investigadores del Instituto Francis Crick de Londres han cruzado los datos de decenas de miles de ciudadanos de Reino Unido, Corea del Sur, Taiwán y Canadá y, junto al experimento en paralelo con ratones en laboratorio, han logrado probar que esas finas partículas tóxicas, expulsadas por los tubos de escape, centrales eléctricas de carbón o la quema de combustibles fósiles, inflaman las capas más profundas del sistema respiratorio y fomentan la proliferación de células malignas. Una vez ese aire entra por la nariz o la boca, alcanza los alveolos, esas membranas encargadas de filtrar, por un lado, el oxígeno inspirado hacia el torrente sanguíneo y, por otro, de espirar del cuerpo el dióxido de carbono que recoge la sangre del resto de tejidos. Lo que evidencia este informe es que los no fumadores que viven en lugares de alta contaminación tienen mayor riesgo de padecer cáncer de pulmón respecto a quienes tampoco se han encendido un cigarrillo en su vida pero que residen en zonas de baja polución.
Queda demostrado, por tanto, que un ambiente nocivo puede ser tan letal como el tabaco. Que la mala calidad ambiental repercute negativamente en la salud. El objetivo final de los científicos que firman este trabajo es evitar la enfermedad: «Si podemos detener el crecimiento de las células en respuesta a la contaminación del aire, podemos reducir el cáncer de pulmón». Lo asegura el británico Charles Swanton, uno de los autores. Es lo que el bioquímico Carlos López-Otín define como «conocer para curar» en su libro 'Egoístas, inmortales y viajeras'. Y, con el conocimiento en la mano, la única prevención está en iniciativas permanentes y más ambiciosas, incluso, que las zonas de bajas emisiones que se han puesto en marcha en muchas ciudades, por obligación, para cumplir con los compromisos europeos.
Nadie está exento ante este problema de salud pública. El poder cancerígeno del aire no juzga a sus víctimas sobre ideologías. Aunque solo sea por esta obviedad, todos los partidos políticos deberían remar en la misma dirección.
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