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Albert Einstein explicó en sus revolucionarias teorías que las percepciones sobre el espacio y el tiempo son relativas. Beatriz Flamini cuenta que ha pasado voluntariamente un año y medio en una cueva a 70 metros de profundidad. Sin luz natural, sin reloj, sin calendario. Su ... única referencia era su propio cuerpo: «Tengo sed, bebo; tengo hambre, como; tengo sueño, duermo». Así lo contó a la prensa horas después de salir. En esa comparecencia quedó claro que su sensación sobre el periodo transcurrido no había sido la misma que la del Grupo de Actividades Espeleológicas de Motril que la ha asistido durante esos dieciséis meses. «Sigo atrapada en el 21 de noviembre de 2021», apuntó. Su equipo asegura que tampoco se rompió su aislamiento -porque permaneció en una tienda base- en la semana en la que se vieron obligados a sacarla de la oquedad para arreglar un problema técnico en el aparato que le permitía avisar en caso de sufrir una emergencia que amenazara su seguridad o si ella, en un momento dado, decidía abandonar el desafío antes de cumplirse los 500 días que se había marcado como objetivo. Un objetivo que podrá verse en un documental y con el que, según señala su equipo, ha batido un récord mundial de autosuficiencia aunque su pretensión es, principalmente, que con los datos recabados en su experimento extremo, se analice el impacto del aislamiento en las personas. Mucho más corto se hará el confinamiento de la misión 'Hypatia' que acaban de arrancar varias científicas españolas en el desierto norteamericano de Utah. Hasta el próximo 29 de abril, simularán estar en una expedición en Marte con restricciones de alimentación, agua, movilidad y comunicaciones en un lugar con características orográficas y climáticas similares a las del planeta rojo.
Con tan solo 26 años, Jane Goodall se plantó en medio de la selva de Tanzania únicamente con una tienda de campaña dispuesta a estudiar el comportamiento de los chimpancés salvajes. Como las autoridades no le permitían estar sola, su madre se fue voluntaria para acompañarla en su aventura. Su curiosidad y pasión por la investigación la llevó a querer averiguarlo todo sobre esta especie con la que compartimos hasta el 98% de material genético. Gracias a ese arriesgado trabajo, Goodall logró demostrar que entre ellos y nosotros no hay tantas diferencias. Sus largas observaciones refutaron dogmas y revelaron hallazgos como, por ejemplo, que los chimpancés fabrican sus propias herramientas, que son omnívoros o que sienten emociones. Lo que iba a ser el estudio de unos meses se convirtió en el proyecto de toda una vida. Todos los que tildaron de locura a su perseverancia inagotable se equivocaron, como se ha demostrado después, por fortuna para el conocimiento y la evolución.
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