Borrar
Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia y deja 18 atendidos por humo

La noche del 21 de diciembre de 2017, Inés Arrimadas fue aclamada por una multitud, al grito de «¡Presidenta, presidenta!», en el escenario que Ciudadanos había montado en la plaza de España de Barcelona. Arrimadas había ganado las elecciones catalanas. Por primera vez, un partido ... no nacionalista lograba la victoria en esa autonomía. Aquellos no fueron unos comicios cualquiera. Se habían convocado a finales de octubre por la vía del artículo 155 de la Constitución después de que los separatistas aprobaran en el Parlament una declaración para crear una república catalana como 'Estado independiente'. La líder de la formación naranja obtuvo 36 diputados pero esos números resultaban insuficientes para superar una investidura. A los independentistas les sonreía la aritmética parlamentaria. JxCat, ERC y Cup podían sumar la cifra mágica de la mayoría absoluta para investir a un candidato. Así que Arrimadas ni siquiera lo intentó. Esa decisión nunca se entendió. Sus seguidores tampoco comprendieron su determinación de irse a Madrid. Su carisma rozó así la cima del éxito e inició la cuesta abajo. Aquella dirigente que hace tan solo cinco años parecía no tener techo, ahora está fuera de la vida pública y su partido en extinción. Así es la política. Capaz de devorarlo todo y a todos como una trituradora.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias La paradoja catalana