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Dice el refranero popular que solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. El jueves pasado tronó y de qué manera cuando en Villanueva de Viver ardió un terreno como un campo de cerillas. En cuestión de horas, arrasó un perímetro de 40 kilómetros. Prácticamente ... de la noche a la mañana la superficie calcinada alcanzaba 4.000 hectáreas. Centenares de efectivos por tierra se dejaban el alma para aplacar las llamas. En el Puesto de Mando Avanzado (PMA) se informaba de que las decenas de medios áreos disponibles para actuar con la luz del día no podían desplegarse en su totalidad porque el denso humo dificultaba la visibilidad poniendo así en riesgo la vida de los pilotos. Un inconveniente mayúsculo que aparecía, a la postre, para recordar que la meteorología es determinante en cualquier extinción, especialmente, cuando la magnitud se desboca, como ha sido el caso. El tiempo puede actuar como aliado o adversario de los equipos de emergencia. En esta ocasión, se ha comportado como un rival difícil de batir por las altas temperaturas, fuerte viento de poniente y la baja humedad que se registraba en la zona. Se ha cumplido, en los inicios de la primavera, la denominada 'regla del 30' de la que tanto se alerta en pleno verano: temperaturas de 30 grados, rachas de 30 km/h y una humedad relativa menor al 30%. Una fórmula explosiva a la que solo faltaba añadir la sequía prolongada por la falta de lluvia para que la Comunitat Valenciana sea el escenario del primer gran incendio forestal del año. Voraz, implacable o violento han sido los calificativos repetidos por los responsables de la Generalitat Valenciana para describir la evolución del desastre remarcando que el cambio climático es una realidad. El presidente del Gobierno quiso hacer un viaje exprés al PMA. En una breve comparecencia ante la prensa, con formato declaración institucional sin preguntas, vinculó la catástrofe con la emergencia climática. Si hubiese alargado un poco la estancia podría haber visitado y escuchado a los desalojados. Seguramente esos vecinos le habrían trasladado las quejas que, sin morderse la lengua, llevan días explicando a los medios de comunicación. Que los bosques están abandonados. Que mucho antes de Filomena la maleza ya campaba a sus anchas. Que la vegetación es pura gasolina, un polvorín.
A la espera de que concluyan tanto la investigación del origen como la extinción, este incendio deja serias advertencias a las puertas del verano. El cambio climático es irreversible. Pero ese hecho no debería servir de coartada para tapar el problema estructural del descuido de los montes. No se puede actuar frente a lo irremediable pero sí se puede socorrer lo remediable: invertir en prevención y formación del personal para trabajar en la limpieza. La transición ecológica es más que el título de una conselleria o ministerio.
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