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Urgente La Bonoloto de este viernes entrega 432.112,46 euros a un jugador y deja más de 78.000 en la Comunitat

No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Lo advertía el refrán, incluso desde las aventuras del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. La teoría, como siempre, está clara. Pero poco o nada ha cambiado en la esencia del país del 'vuelva usted ... mañana'. La radiografía española esculpida por Cervantes y Larra mantiene esa idiosincrasia del aplazamiento de las tareas irresolutas. La procrastinación del postergarlo todo hasta el infinito: lo importante, lo urgente y lo menos importante y menos urgente. Todo cae al mismo saco en el que se amontonan las obligaciones pendientes. ¿Cómo no se le ha ocurrido a nadie crear un ministerio de la procrastinación? Por adeptos no será. Hasta existe un síndrome que define esta acción continua de prorrogar el momento para realizar algo. Se le llama síndrome del estudiante y consiste, básicamente, en ponerse seriamente a trabajar, o a empollar, solo cuando se acerca la fecha límite de entrega de ese proyecto de fin de grado, o ese examen definitivo. Por mucha fama y etiqueta que se le haya colgado a los alumnos, lo de procrastinar no es algo relegado al ámbito educativo. Es un fenómeno poroso que se ha filtrado por todas las capas de la sociedad. Las redes sociales, en las que cada usuario pasa una media de dos horas diarias, son una fuente inagotable para la procrastinación. Por este motivo no son pocas las empresas que las prohíben en horario laboral. Procrastinar por accidente o de manera aislada de vez en cuando no es tan grave. Pero si la acción desencadena en tendencia repetitiva la cosa deriva en problema serio. Sobre todo si quien la practica se dedica a la gestión de lo público. Mayo es el mes de las flores y, ahora, también de las obras. Las zanjas invaden la mayoría de ciudades españolas. El día 28 se acerca inexorablemente con las calles patas arriba. Mientras tanto, los vecinos, indignados, se preguntan: «¿Esto no lo podían haber hecho antes?». Ni en el Black Friday se ofrecen tantos descuentos y obsequios como los que están prometiendo los políticos en estas dos últimas semanas de esprint. Una auténtica locura. Los candidatos van a un ritmo difícil de seguir regalando sus propuestas como rosquillas. Está claro que a nadie le amarga un dulce. Comérselos proporciona un placer efímero porque, tras la digestión, las preocupaciones siguen siendo las mismas.

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