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Los ecos de la polémica ortográfica podrían acabar colándose en el popular 'rosco' de Pasapalabra: ¿Adverbio de cuatro letras cuya tilde ha puesto patas arriba la serenidad de la Real Academia Española (RAE)? Nunca antes esa pequeña raya oblicua sobre una vocal había generado tanta ... discordia. Tampoco existen precedentes cercanos sobre un pleno de la RAE con semejante repercusión. Y eso, pese a que este organismo se reúne cada semana. «Ya ven que vengo sin ningún apósito, estoy sano y salvo», ironizaba Santiago Muñoz Machado cuando comparecía ante los medios de comunicación, expectantes, después del «tormentoso» cónclave que había anunciado Arturo Pérez-Reverte en las horas previas. El director de la RAE trató de zanjar la controversia asegurando que sus miembros habían acordado, por unanimidad, que 'solo' continuara sin tilde con una excepción: cuando quien escribe -y no quien corrige- perciba que el significado de su mensaje puede ser ambiguo. Es decir, que el quid de la cuestión se quedaba más o menos en el mismo lugar en el que estaba. Como el final de 'Los Serrano', todo había sido fruto de un sueño o una pesadilla, según se mire. Muñoz Machado atribuía la bronca a «problemas de comunicación». El guirigay se originó a raíz de la respuesta de la institución a una publicación en prensa en la que se aseveraba que la RAE devolvería la tilde a la palabra, trece años después de establecer la firme doctrina de no usarla. Rápidamente, formó filas el ejército de melancólicos por la tilde diacrítica, aquellos que aprendieron a utilizarla en la infancia para distinguir vocablos idénticos con significados diferentes. El rencor por el tema venía de lejos. Concretamente, desde 1999 cuando la Ortografía de la lengua española estableció que, únicamente, debía emplearse si se generaba o no confusión. Con lo difícil que resulta en España resistirse a la discusión, era evidente que el cisma, que yacía latente, estallaría de manera irreversible. Y así, en contra de los 'tildistas', para dar la réplica, se alzó un batallón de 'antitildistas' en las crónicas y en las redes.

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lasprovincias Una tilde: dos Españas