
China, perpleja ante la alianza de EE UU y Rusia
El entendimiento de Trump y Putin deja en el andén a Pekín y Bruselas
Rosario Morejón Sabio
Doctora en Psicología y analista de relaciones internacionales
Miércoles, 12 de marzo 2025, 00:25
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Rosario Morejón Sabio
Doctora en Psicología y analista de relaciones internacionales
Miércoles, 12 de marzo 2025, 00:25
«Una amistad sin límites», ¿recuerdan? En febrero, los líderes ruso y chino hablaron dos veces. «El presidente Xi atendió la llamada de su homólogo, Vladímir Putin», revela la parte china, deseosa de asentar quién solicita a quién. Los dos dirigentes reiteraron su alineamiento geopolítico, especialmente el fraguado tras la invasión rusa de Ucrania para compensar el aislamiento internacional de Moscú y compartir sus deseos de debilitar la dominación estadounidense. «La historia y la realidad nos enseñan que China y Rusia están destinadas a ser buenos vecinos y que no pueden alejarse. Son verdaderos amigos», dijo Xi. Cuando es necesario repetir las cosas, es que no son tan evidentes.
En unas semanas en el poder, la Administración de Donald Trump se ha acercado a Rusia y renunciado a lo esencial de lo que constituía la política estadounidense no ya en el asunto ucraniano sino en sus relaciones con la órbita occidental. Las promesas a los rusos para venderles un 'plan de paz' se inscriben en un planteamiento diplomático más amplio consistente en librarse de las limitaciones, alianzas y de valores del orden liberal multilateral diseñado por EE UU en 1945 y revitalizado al descomponerse la URSS en 1991. En el mundo de Trump no hay aliados; no hay más que amigos personales, enemigos personales y el déficit comercial americano.
El discurso trumpista se ha colado en la retórica putiniana. Se jacta el presidente norteamericano de que el amo del Kremlin comparta su visión del «sentido común». Las concesiones a Moscú se precipitan: nada de Ucrania en la OTAN, imposible que sus fuerzas vigilen un eventual cese el fuego, necesarias concesiones territoriales por parte de Kiev. Más aún. Trump promete a Putin que las sanciones le serán levantadas, que Rusia se reincorporará a la economía mundial y recuperará su estatus de gran potencia, perdido en los humillantes años 90. Fruto de las negociaciones bilaterales, hay nuevo embajador ruso en Washington, Alexander Darchiev. Trump habla el idioma de Putin, el lenguaje del poder que no conoce frenos ni padece los contrapoderes que definían hasta el presente a las instituciones de su país.
Si la normalización de relaciones entre Washington y Moscú desequilibra a los europeos, sorprende también en el Este. China quiere mostrar que la confraternidad ruso-americana en absoluto significa un enfriamiento chino-ruso. La relación entre Pekín y Moscú «no persigue una tercera parte, ni está afectada por ningún tercero. Cualquiera que sea la evolución del clima internacional, nuestra relación tiene su propio ritmo», exponía el comunicado chino del 24 de febrero.
Un recordatorio tan explícito atiende al presente y al pasado. China sabe mejor que nadie cómo un giro diplomático puede cambiar el curso de la historia. La visita secreta a Pekín en 1971 de Henry Kissinger, y al año siguiente la del presidente Richard Nixon iniciaron audazmente el acercamiento contra el enemigo común ruso, tras la disputa chino-soviética. Estos últimos días, ciertos analistas especulan con un golpe 'Kissinger al revés' para definir el vuelco prorruso de EE UU, que estaría estratégicamente pensado para marginar a China. Probablemente es mucho sobreestimar el grado de cálculo en el cambio de posiciones trumpianas y subestimar la relación entre Pekín y Moscú contra un enemigo común: el sistema democrático occidental. Esto, sin olvidar la dependencia económica de Rusia respecto de China. Tres años de guerra tienen al aparato militar ruso a merced de las fábricas chinas y al Kremlin implorando la construcción del gaseoducto Fuerza de Siberia 2.
Deseoso de fracturar militarmente el Pacto del Atlántico Noa OTAN, condescendiente con este objetivo perseguido desde hace lustros por la diplomacia putiniana, Trump propone reducir a la mitad los gastos armamentísticos de los tres gigantes. Lo que un Putin en aprietos llama «buena idea» abre una brecha con Pekín, defensor de unos gastos «obligatoriamente necesarios».
Hay palabras y momentos que definen a una persona. Las declaraciones sobre Palestina, Ucrania, Europa de Donald Trump confirman una personalidad basada en el chantaje, la intimidación, arbitrarios cambios de criterio y una avaricia nunca saciada para cubrir su ego. El rápido Trump-Putin ha salido dejando en el andén a China y Europa.
Para el Viejo Continente, menosprecio; para el Imperio del Medio, provocación. 'Única y verdadera amenaza' de Estados Unidos, el 13 de enero el Departamento de Estado que ahora dirige Marco Rubio desató la ira de Pekín al reconsiderar el estatu quo de Taiwán. Dos buques de la Armada estadounidense en la zona obligaron al ejército chino a acusar a Trump de «enviar señales equivocadas y arriesgar la seguridad» ¿Quién juega con la tercera guerra mundial?
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