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Qué tal, valencianistas? Mejor, imagino. Ya supongo el peso que se habrán quitado de encima tras la victoria del Valencia CF. La verdad es que ... no hace falta que me lo cuenten. Les vi las caras en cada asiento de Mestalla. En cada jugada de la segunda parte ante la Real. En cada minuto del descuento y en cada abrazo tras el pitido final. La angustia es lo que tiene, te lleva al límite pero, cuando te la quitas de encima, la explosión de alivio es indescriptible. Y digo alivio porque fue solo el primer escalón en una tortuosa escalera que hay que subir y que tiene pinta será de porcentajes propios del Angliru.
Pero no será igual la subida tras lo visto del equipo de Baraja. Y no será tan tortuosa con la grada de Mestalla. El sábado vimos un millón de cosas diferentes del Valencia. Para empezar que la portería terminó a cero (no es poca cosa). Pero es que, encima, la Real tuvo pocas ocasiones de gol. No fue cosa de la Mare de Deu que al Valencia le bastara con meter un gol para ganar; fue el sistema defensivo el que abortó el juego del rival.
No negaré mi agradable sorpresa: contra el tercer equipo de la Liga y, probablemente, el que mejor ataca junto al Barça, los jugadores de Baraja jugaron a otra cosa muy reconocible en el Valencia de siempre. Ese equipo pestoso, que no da ritmo al rival, se juega poco con resultado a favor, que pelea por cada balón... y que gana. 'Bronco y copero' ¿Se acuerdan?
Hubo momentos que, viendo a Baraja y Marchena en el banquillo, y sintiendo la atmósfera de Mestalla, volví veinte años atrás en el tiempo. No por el equipo que vestía de blanquinegro -sería un insulto comparar al Valencia del doblete con cualquier otra cosa- pero sí por ese espíritu y conexión de la grada con su equipo en la pelea por un objetivo común. Todos juntos en la batalla es lo que hay que tener claro. Y ahí parece el factor Mestalla. Explicaba yo la semana pasada que, sin la grada llevando al equipo, el Valencia se marcha a Segunda. Porque esa milonga de que la grada no marca goles es mentira. Por eso Baraja pedía ayuda en la semana previa. Porque sabe de la importancia de un Mestalla empujando a uno y achicando al otro.
Lo ha vivido mil veces y los rivales también. ¿Marca gol un portero desde su posición? Claro. Una gran parada es como un gol a favor. Pues esto es lo mismo. En la segunda parte del Valencia-Real Sociedad, la grada de Mestalla fue aplastando mentalmente al rival mientras mantenía en pie al equipo de Baraja. Por primera vez vi al Valencia no caerse en una segunda parte ¿Cayeron en la cuenta? No vi miedo en las caras de los jugadores. No vimos piernas temblorosas con el balón en los pies. Sobre el césped había un equipo con un plan y un ejército detrás. Pregúntenle a cualquier jugador del Valencia si Mestalla marcó su gol durante el partido.
Eran ocho finales en casa y había que ganar -en mi opinión- seis para salvarse. Ya solo quedan cinco más lo que se rasque fuera. Pero, con este ambiente vivido, es imposible bajar. Nadie del descenso tiene ese arma, Mestalla es una apisonadora que, encendida, no tiene rival. Los contrarios, cuando entran en el campo, levantan la mirada porque el estadio no se acaba nunca. Y, después, la presión del lleno se les cae encima.
Pregunten a cualquier jugador de los equipos contrarios lo que es jugar en un Mestalla como el de la segunda parte ante la Real. Y he dicho bien, segunda parte. La primera no fue igual. A ver si conseguimos redondear las noches mágicas de Mestalla en las siete que nos quedan.
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