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No lo niego, mea culpa. Reconozco haber disfrutado de la rueda de prensa de Irene Montero tras recibir la patada (cantada por los medios desde ... hace meses). ¡Qué indignación! Fue un discurso estrambótico, con pinceladas de misterio y, sobre todo, de rencor. A la Montero, política de gran altura intelectual (no hay más que oír sus argumentos) y con una hoja extensa de servicios al bien público, la retirada abrupta y sin paliativos del foco del poder se le atragantó como una espina en la garganta, dándonos a los espectadores una representación real de cuánto apego al cargo y a sus dádivas puede generar un ministerio.

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La indignación se basaba, según confesó entre lágrimas, en el hecho de que la habían echado (junto con su compañera de filas Belarra) «por haber hecho justamente lo que habían prometido que harían», y en ese momento me tengo que frotar los ojos, porque pensaba que todo el mundo sabía que la habían echado, entre otras razones, porque había logrado un fiasco monumental con su famosa ley de la libertad sexual y su rebaja de penas y excarcelación de numerosos delincuentes sexuales. ¿O acaso estoy equivocado, y ella prometió que iba a hacer justamente eso? No creo, pero en fin, es que te pone los pelos de punta que una persona sea tan nula a la hora de reconocer un fracaso sin paliativos, que ha supuesto una fuente de daño moral (y quién sabe si también real en términos de la integridad física de posibles víctimas) nunca antes infligido a las mujeres de este país desde la llegada de la democracia.

El misterio vino por el ataque directo a Sánchez, cuando le pidió a su sucesora (que debía estar pensando «tierra, trágame» ante el adiós de la podemita) «valentía para luchar contra los amigos de 40 y 50 años del presidente». Ahí estaba la clave de todo: la han echado no porque sea veneno para las elecciones futuras, sino por los amigos machistas del presidente que (esto no se sabe bien), ¿le han presionado para que le dieran puerta?, o quizás ¿es en el fondo Sánchez un machista que prefiere honrar a sus amigos antes que defender la maravillosa obra de la Montero? Nunca lo sabremos, pero está claro que, a diferencia de Pablo Iglesias, quien hizo mutis por el foro con sabiduría al comprender que no era enemigo para Sánchez y que ya había logrado lo que quería con un mínimo esfuerzo (¡de sentarse en la Puerta del Sol a la vicepresidencia y el casoplón en apenas cinco años!), la exministra se ha tomado ese golpe muy mal. No comprendió que a su exjefe el pulso no le tiembla ante nada ni nadie; ella es solo una piedrecita molesta en su gran proyecto para España, esto es, en su gran proyecto de dominarnos a todos. Pobre Montero. Y pobres de nosotros.

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