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En la primavera de 1969 lo mandaron a uno a la calle... a hacer una encuesta sobre turismo. Y no te lo vas a creer: el diagnóstico de los consultados, todos ellos especialistas en la materia, es que a Valencia le faltaba limpieza en las ... playas, una buena propaganda de las bondades locales y... hoteles. Ahora, cuando Valencia tiene más plazas hoteleras que algunos países del mundo, y más camas en apartamentos turísticos que en los propios hoteles, aquel grito de 1969 parece un sarcasmo. Pero mis jefes lo pusieron en titulares. Porque la verdad es que el turista que llegaba a Valencia en aquel momento se iba como un rayo hacia el sur; como mucho dormía una noche y partía después de comer.
Vicente Jordá, tenía una agencia de viajes que, a lo largo de su vida, casi hizo más por dar a conocer Valencia en el mundo que Fraga Iribarne y su gente. Abogó por traer colegas extranjeros y enseñarles Valencia de verdad; reclamó más establecimientos junto al mar y mejor difusión: «Debemos quitar de nuestra mente, en general, la idea de que Valencia no tiene nada que ver». Por su parte, Eduardo Pinazo, gerente de hotel, dijo que «por la noche no hay apenas sitios donde distraerse, no hay vida nocturna; muchos clientes llegan con intención de pasar unos días y al segundo se van». Y como era partidario de dar facilidades comerciales al viajero, se preguntó por qué los domingos no había una oficina de cambio de moneda abierta.
El concejal del ramo turístico era Luis Puig. Y también entró en la vuelta de horizonte sobre las carencias de Valencia. Se inclinó por asegurar que al turista le faltaban atractivos para llenar las horas muertas. Puig, que era el encargado de llevar adelante el proyecto, se inclinó, claro, por esa urbanización de la Dehesa a la que ya se le empezaba a ver orejas inquietantes; y también habló de lograr que la explotación turística valenciana la hicieran, sobre todo, iniciativas y capitales locales. Luego, como otros encuestados, recordó lo mal que le había sentado al turismo español, el año anterior, los sucesos revolucionarios de Mayo de 1968 en Francia; temía, él y los demás, que las repercusiones siguieran en un 1969 donde la economía no era muy brillante.
Antonio Pascual, director de sucursal de una notable agencia de viajes, abordó sin dudar la falta de hoteles, de lugares de distracción y de amenidad. «Las playas están abandonadísimas», dijo sin cortarse. «Faltan hoteles en la playa, no dentro de la ciudad, hoteles donde se disfrute del sol y del paisaje. Como Vicente Jordá se inclinó por meterle marcha a la urbanización de la Dehesa, antes de que se hiciera tarde.
Por su parte, Enrique Pérez Cervera, administrador de camping, incidió en la ausencia de distracciones de temporada. «Por ejemplo, hay pocas corridas de toros; en otras ciudades se ofrecen más», dijo antes de destacar la necesidad de mejorar las carreteras y señalizar mejor los accesos. La encuesta, finalmente, preguntó a Francisco Cosme, guía de turismo, que señaló como defecto de la ciudad no tener monumentos más antiguos del siglo XIII. «La gente busca arte románico y construcciones árabes, sobre todo».
Nostalgia de un tiempo de folletos, de inocente búsqueda de soluciones para una ciudad en la que el turismo pasaba de largo. España, este año, ha batido récords de turistas, 80 millones, y en Valencia siguen construyéndose hoteles. Aquellos esfuerzos no fueron en balde.
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