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El privilegio de haber nacido en esta tierra es proporcional al orgullo de pertenencia, a la identidad de un pueblo conocido por sus festejos «al carrer», pero también por afrontar desde la unidad cuando el drama llama a nuestra puerta.
Bien lo sabemos los que ... llevamos nuestro nombre gravado en el himno, la Ribera Alta, de nuevo, azotada por el temporal, llámale, Dana o Gota Fría, pero con la mirada puesta en el cielo, la impotencia es la única que triunfa ante la imposibilidad de salvar lo que con tanto esfuerzo se consigue a lo largo de los tiempos del duro trabajo.
«Río Magro, triste y seco, la mayor parte del año» que dicen nuestros versos, pero que, cuando alcanza su fuerza desmesurada, arrasa sin contemplaciones, ya no conoce las miradas de sus visitantes, que hoy les aleja de sus paseos matutinos o vespertinos, ya no nos acoge, nos desplaza y manifiesta quien manda.
Una vivencia dramática más, que mantendremos en la memoria, con la intensidad del recuerdo que solo deja la visión de lo inmensurable, con la mirada perpleja de lo que sucede ante la imposibilidad de ponerle frenos a la fuerza de la naturaleza.
Ahora todo son cuestiones para evaluar los motivos, los problemas o si se podría o no haber prevenido y ejecutar acciones para paliar las consecuencias, se copan los medios de comunicación haciendo una gran labor de difusión y alerta a la población, pero hasta la próxima catástrofe, ese es el momento de actuar, de proteger, de ejecutar las acciones que sean necesarias, no para evitar unas precipitaciones que superan cualquier previsión, pero sí cuidar de todo aquello que depende de nosotros, como la limpieza de barrancos, entre otras, por no entrar en obras que igual no eran demasiado convenientes.
Pero ya entraremos al detalle, o, al menos, eso esperamos, hoy toca mantener la calma, evitar cualquier peligro, y sí, superar la aflicción que se apodera de nosotros.
Los mayores lloran porque el recuerdo les supera y los pequeños ante el temor de lo desconocido, el miedo se apodera de nuestros cuerpos cuando el agua empieza a entrar por la puerta, y sin llamada previa, imparable, las filtraciones se suman, techos y paredes, con un ruido ensordecedor, que te impide escuchar tu llanto, pero tus mejillas se inundan de lágrimas saladas, que tampoco se contienen.
Rabia e impotencia.
Hoy desaguando agua y fango, pero mañana volveremos a sonreír y a festejar «al carrer», «orgull de terra, orgull de poble».
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