Valencia, ciudad llena de energía renovable y limpia
TOMÁS GÓMEZ NAVARRO DIRECTOR DEL INSTITUTO DE INGENIERÍA ENERGÉTICA. UNIVERSITAT POLITÈCNICA DE VALÈNCIA
Domingo, 22 de octubre 2023, 23:58
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TOMÁS GÓMEZ NAVARRO DIRECTOR DEL INSTITUTO DE INGENIERÍA ENERGÉTICA. UNIVERSITAT POLITÈCNICA DE VALÈNCIA
Domingo, 22 de octubre 2023, 23:58
La sobrexplotación de los ecosistemas y la contaminación ya amenazan a la humanidad tanto o más que las enfermedades, el hambre o las guerras. Las ... ciudades son protagonistas de los desafíos y sus soluciones porque en ellas viven más de la mitad de la población, y en ellas se consume y contamina casi el 70% del total mundial. Pero es en las ciudades donde se innova y se toman las decisiones que más cambian a las sociedades. Valencia por tradición renacentista, talento y condiciones físicas puede ser una ciudad a la vanguardia del cambio para descontaminar la economía.
Descontaminar significa consumir recursos que no se agoten, renovables, y evitar que se alteren los ecosistemas que permiten la vida humana, es decir, librarlos de los residuos y emisiones contaminantes. En este reto los sistemas energéticos están señalados. La energía es un bien fundamental y actualmente dependemos de sistemas centralizados basados en recursos energéticos de alta densidad como el carbón, petróleo, gas o el uranio. Pero no son renovables ni limpios, ni locales y nos toca importarlos.
Las ciudades son las mayores demandantes de energía y Valencia no es una excepción. En Valencia se consumen directamente más de ocho mil gigavatios-hora de energía al año, superando lo que produce la central nuclear de Cofrentes. Casi la mitad es gasolina y gasoil para el transporte privado, los coches. Ésta es de hecho la principal causa de contaminación de la ciudad. Le siguen el consumo de edificios, un 40% aproximadamente, y el resto es alumbrado, transporte público y gestión del agua y los residuos. La energía no es barata y muchas familias no pueden pagar la necesaria para vivir saludablemente. Son las familias en pobreza energética, una de cada cinco familias en Valencia, que se dice pronto.
Esto debe cambiar, máxime porque en Valencia se dan las condiciones para liderar esa transición energética urbana que contribuya a la descontaminación del sector energético. Empecemos por lo básico, la eficiencia. Nuestro consumo de energía es excesivo y tiene varias causas, la primera el diseño de la ciudad para priorizar al tráfico privado, luego tenemos la mala calidad energética de la mayoría de las viviendas, y finalmente aspectos sociales como la falta de conciencia de los consumidores y el abuso de soluciones individuales en vez de compartidas.
Debemos explotar los recuros energéticos renovables que tenemos: energía solar principalmente, y eólica, geotérmica y de biomasa. Diversos estudios calculan que podríamos producir hasta el 50% de la energía de la ciudad con recursos del casco urbano. Añadamos que las tecnologías energéticas renovables y limpias ya tienen costes de inversión y operación competitivos y obtenemos que las barreras para esta descontaminación son otras: administrativas, resistencia del sistema energético, aversión de las personas al cambio, etc.
Y de hecho Valencia está cambiando. Mientras se disuade del uso del vehículo privado se apoya (por fin) el transporte público intra urbano. Lástima que quede tanto por hacer en el interurbano, pero eso no depende solo de la ciudad. Se promueve la movilidad saludable: caminar, bicicleta, patinetes eléctricos... y acelera la electrificación de los vehículos y la extensión de la red de recarga. Proliferan las instalaciones de autoconsumo eléctrico en las viviendas y cada vez hay más compartidas. No arranca la rehabilitación energética de los edificios, pese al notable apoyo, pero al menos los nuevos hogares son más eficientes. Ya toca cambiar las calderas de gas por bombas de calor eléctricas, idealmente en sistemas compartidos, que generen agua caliente, calor y frío para varias viviendas. Esto reduciría drásticamente el coste de la energía. El urbanismo basado en la naturaleza ayuda a mitigar el efecto isla de calor en las ciudades y el aumento de la demanda de energía que supone. Las instituciones públicas de la ciudad conocen estos problemas y cuentan con oficinas de la energía y fundaciones que trabajan para impulsar e informar todo esta evolución. En Valencia también tenemos las empresas, las universidades y el tejido necesario para impulsar la innovación que transforme la energía de la ciudad.
Otro de los beneficios de esta evolución es la mejora de la vida de las personas. La eficiencia energética y las energías renovables, mejor si compartidas, reducen las facturas. Además fomentan la convivencia y el uso de los espacios y recursos comunes. Así se combate la pobreza energética en una transición energética que no deje a nadie detrás. La energía es crítica, no parece inteligente depender exclusivamente de un suministro centralizado, vulnerable a vaivenes del mercado o sabotajes, y cuyo suministro tenga fecha de caducidad. Mucho mejor un sistema parcialmente descentralizado, más autónomo y democrático, que garantice los mínimos para una vida digna.
Todo lo que aquí escribo está pasando, es viable y deseable, y lo único que falta es que acelere su ritmo. Valencia ha sido elegida entre las diez ciudades europeas que obtienen la etiqueta de neutralidad climática de aquí a 2030, eso está a la vuelta de la esquina, y para ello descontaminar el sistema energético es esencial.
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