Valencia, lejos del modelo catalán
julián quirós. Director de ABC
Lunes, 7 de marzo 2022, 00:19
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julián quirós. Director de ABC
Lunes, 7 de marzo 2022, 00:19
A partir de la edición de este lunes, la tribuna de Opinión de los lunes se abrirá a firmas ilustres de otros medios de comunicación, que aportarán su particular visión sobre el futuro de la Comunitat Valenciana. El ex director de este periódico y actual director de ABC, Julián Quirós, abrirá un espacio por el que irán desfilando periodistas de reconocido prestigio. LAS PROVINCIAS refuerza así su apuesta por la pluralidad sin perder nunca de vista sus señas de identidad.
Once años teniendo el privilegio de dirigir LAS PROVINCIAS me enseñaron que cuando las elites valencianas se preguntan por el futuro de la Comunitat en realidad están ante una duda metafísica, nada práctico ni concreto, sino aquello del adónde vamos y de dónde venimos, el solapado debate de fondo sobre cuánto debemos imitar a los catalanes, por ese absurdo complejo de inferioridad, o si bien tenemos posibilidad de ensayar una vía propia, sin seguidismo. Es, en fin, la pregunta del qué queremos ser, que es una forma ladina de evitar la reflexión principal: ¿qué somos? Y se responde para empezar con una afirmación negativa: mayoritariamente no somos catalanes, ni vascos, es decir, no somos nacionalistas y nunca lo fuimos, por eso nos sale tan mal intentar emularlos. Por tanto, resulta un error manejar la relación con el resto de España conforme al chantaje sostenido de ciertos partidos periféricos que gracias a una injusta ley electoral obtienen ventajas particulares a cambio de arrendar sus escaños en el Parlamento nacional. Unas veces por dinero, algo insolidario y detestable, y otras por motivaciones abiertamente inmorales, como la excarcelación temprana de asesinos con graves delitos de sangre.
Los andaluces sobre todo, por ser los más numerosos y poderosos, pero también gallegos o asturianos, han entendido siempre con naturalidad su doble identidad particular y española, y han logrado ocupar cargos y espacios en Madrid con éxito recurrente, sin ruido y con beneficios mutuos. Cuesta entenderlo aquí, tan obnubilados por la estrategia pujolista, pero la capital de España no es un territorio más, no es otra comunidad autónoma, es sobre todo un centro de poder, y el poder no se regala, se ocupa compitiendo en talento y astucia con los demás, no caben repartos ni cuotas según las reglas de urbanidad, ni tampoco victimismo o lloriqueos. Esto va de juntarse con otros, sumar alianzas ganadoras con terceros que por supuesto incorporen las demandas valencianas. La idea fuerza debería ser la contraria a la practicada por el nacionalismo catalán; no se trata de traernos cosas de Madrid a Valencia, sino de llevar Valencia a Madrid, influir en el devenir colectivo desde tu propia óptica, no hacer un acto de rapiña presupuestaria y salir huyendo.
Va también de hacer mucho trabajo en la sombra, sin exhibicionismo, pero muchas veces se está pensando precisamente en lo contrario, en mostrar los logros, hacer alardes, que lo sepa todo el mundo, siguiendo las intenciones de aquel torero que saltó de la cama de Ava Gadner para contarlo a gritos por las tabernas. En Madrid, aunque pueda resultar incomprensible, no se piensa en clave territorial de ningún tipo, allí se está o no se está, a nadie le piden el DNI, sino capacidades y resultados, y cuando se procede a un nombramiento nunca se piensa en el lugar de origen del designado; la mayoría de la gente que ocupa cargos de representación todavía son nacidos fuera de la capital de España.
Un error recurrente de percepción pasa por entender que sólo el poder político es verdadero poder, sobre todo el que emana del Ministerio de Fomento, pero existen infinidad de ámbitos relevantes y cualitativos generalmente ignorados. Los directores de los dos principales museos españoles son valencianos. Miguel Falomir dirige El Prado y Manuel Borja-Villel gestiona el Reina Sofía, ambos con méritos sobrados, pero nunca le ha interesado a las fuerzas vivas de la Comunitat tener a dos buenos paisanos en los puestos más importantes de la cultura española.
Hubo un tiempo en que la visión de la Comunitat Valenciana fue dinámica y brillante, hoy no es así. A aquella época le sucedió otra lastrada por la corrupción. Hoy eso también ha sido superado. Pero tampoco somos visibilizados con ciertos atributos singulares que nos diferencien de los demás y aporten valor de referencia. Políticamente, la Comunitat es irrelevante en los centros de decisiones y Valencia capital desapareció del mapa cuando Rita Barberá dejó la alcaldía. Desde fuera, nos reconocen tres grandes potencialidades diferenciadoras: el turismo y las playas, Mercadona y las fallas. Somos mucho más, por supuesto, pero en el mercado global de la atención no se reconoce. En nuestra mano está cambiar las percepciones. La era de las economías locales periféricas que tenían un poco de todo ya pasaron. La competencia es intensa y generalizada y tienes que especializarte en tus fortalezas, que en el caso de Valencia no son pocas, con una decena de sectores productivos punteros y con mucho porvenir. Más allá de la economía, Valencia sólo se entiende dentro de España y con España, supone la manera mediterránea de sentir y ejercer la españolidad, es una mirada propia que enriquece y completa el sentido histórico de nuestra nación y ahí reside su sino y su futuro. Hay políticos de la izquierda que han pretendido cuestionarlo desde hace décadas, inventando alternativas, enraizándonos en otras corrientes, pero sólo consiguen actuar contra la realidad y porfiar en algo que nunca sucederá.
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