La valencianía, una pasión útil

No hay nada más peligroso ni alejado del merecimiento unamuniano que creer que no hay nadie más valenciano ni nadie que ame a Valencia más que uno mismo

VICENTE DOMÍNGUEZ CALATAYUD*

Miércoles, 12 de febrero 2025, 00:06

Podemos decir que valencianía es el sentimiento que tenemos los valencianos por compartir una misma Historia, una misma cultura, unas mismas tradiciones y un proyecto colectivo.

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A este sentimiento por nuestra identidad le acecha la pretensión colonizadora del catalanismo soberanista pese a la cual es ... perfectamente posible, incluso conveniente, entendernos con los catalanes, entendimiento que no exige que los valencianos disolvamos nuestra identidad en la suya, sino que todos, catalanes y valencianos, respetemos con recíproca admiración nuestras identidades respectivas.

Es muy reveladora la insistente pretensión de absorbernos que aqueja al catalanismo anexionista sin que a esa ambición le detenga el rigor histórico ni los rotundamente claros y honestos estudios filológicos ni la voluntad y la cotidianeidad de la inmensa mayoría de los valencianos que no sólo tenemos claro lo que somos y lo que podemos llegar a ser; sino, que tenemos más claro todavía lo que no somos ni queremos llegar a ser que es otra cosa distinta de lo que realmente somos: valencianos.

La aparente crisis de densidad de la valencianía no significa su renuncia ni mucho menos su dilución en entidades no por próximas menos ajenas; esta confusión que sufren, de manera interesada o no, ciertos grupos políticos y algunos intelectuales les desconecta penosamente del pueblo porque no hay otra manera de conectar profundamente con los valencianos que cuidando la densidad y la intensidad de su valencianía. Otras opciones políticas sobre otras materias son, obviamente legítimas; lo que nunca podrá ser legítimo es y será desarraigar a un pueblo, al pueblo valenciano, querer confundir su identidad, la identidad valenciana, diluir su esencia, la valencianía, borrar su historia, la nuestra, la que hicieron nuestros antepasados que nos da nuestro presente, subordinar su potencial, el inmenso potencial valenciano, y, en definitiva, privarle de merecer la eternidad moral indisolublemente unida a la plena y útil conciencia de su valencianidad.

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El referido peligro sí que tiene como objetivo directo la eliminación y disolución de la valencianía; sin embargo, no es fatal e inevitable sucumbir frente a él; tampoco es la mejor solución la de quienes todo lo comprenden y todo lo perdonan porque, como dijo Unamuno, «el que todo lo comprende no comprende nada, y el que todo lo perdona, nada perdona» (Unamuno, 'Vida de Don Quijote y Sancho').

La única defensa posible y eficaz contra el peligro que estamos considerando consiste, siguiendo precisamente a Unamuno, en merecer la valencianía haciendo de ella una pasión intensa y constructiva, una pasión útil que no se quede sólo en folclore o en sentimientos fuertes pero fugaces, sino que inspire toda nuestra actuación, una valencianía militante, comprometida y, según las posibilidades de cada valenciano, honestamente ilustrada.

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Que los valencianos renunciáramos a hacer política con el valencianismo no significa que seamos menos valencianos, significa que los valencianos hacemos política como españoles sin ignorar los intereses de los valencianos pero sin anteponerlos insolidariamente a los de los demás españoles. Sería bueno que los políticos no confundieran el sentido político de la valencianía con un desinterés político de los valencianos por su propia identidad. Por otro lado, es una llamativa paradoja que los valencianos renunciáramos a hacer política excluyente con la valencianía y algunos valencianos decidan hacer política militando en el catalanismo en lugar de intentar hacer política para defender su valencianía llegando a acuerdos con el catalanismo político siempre con escrupulosa observancia del respeto identitario recíproco y de la tan valenciana solidaridad entre los españoles.

Compartamos la pasión útil de la valencianía entre todos nosotros, sin exclusiones, porque no hay nada más peligroso ni alejado del merecimiento unamuniano que creer que no hay nadie más valenciano ni nadie que ame a Valencia más que uno mismo. Esa delirante manera de sentir, tan frecuente en las grandes pasiones, nos fraccionaría y nos convertiría en presa fácil de quienes porfían en absorber nuestra identidad y deliran con tal rapto; responsabilidad nuestra y de nadie más sería si tal cosa sucediera.

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Es para conjurar tal riesgo que las cuatro entidades seculares valencianas y valencianistas: el Ateneo, el Casino de la Agricultura, Lo Rat Penat y la Real Academia de Cultura Valenciana acogen con fraternal coordinación la valencianía en todas sus manifestaciones para hacer de ella una pasión realmente útil.

*ACADÉMICO DE NÚMERO Y SECRETARIO DE LA REAL ACADEMIA DE CULTURA VALENCIANA

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