Trump ha tenido que visitar el Tribunal Supremo del estado de Nueva York y, como es habitual, ha ido despotricando contra todos los que no ... le reconocen como el político más grande de la Historia y una víctima de hombres malvados. Qué hartazgo de hombre. Berlusconi, quien fue primer ministro de Italia en tres ocasiones, es otro de la misma tribu; déspotas perdidos entre chicas 'calientes' y un lujo intolerable hecho a base de engaños y una increíble desvergüenza. Todo esto viene a cuento de un libro que he devorado en pocos días: 'Dignos de ser humano', un estupendo trabajo escrito por el profesor Rutger Bregman (Anagrama) que mantiene la tesis de que la peor catástrofe de la historia de la humanidad fue crear un orden de cosas que pusiera en puestos de mando a tiranos y sociópatas.

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¿Cómo ha sido eso posible? La pregunta es importante porque es algo que, de tan habitual, nos hemos acostumbrado a ignorar lo profundamente anómalo que resulta este fenómeno. En otras palabras, que haya un señor que pueda matar a millones de personas (Hitler, Stalin, Pol Pot, Mao, ese 'póker de ases' y los que les emulan) y causar la desgracia y ruina de otros muchos es un fenómeno delirantemente absurdo que, estoy seguro, dentro quizá de cien o doscientos años se estudiará entre el asombro y la incredulidad en las escuelas, tal y como ahora se nos antojan los pueblos caníbales o todos aquellos que pasaron su vida trasladando bloques de una tonelada para construir las pirámides para un dios 'viviente' como el faraón de turno.

La tesis de Bregman se resume en que el hombre tiene una tendencia natural a cooperar y una aversión a la violencia, y que solo mediante la coacción y la indoctrinación pueden explicarse las terribles guerras que hemos padecido. La tesis contraria (que el hombre es 'un lobo para el hombre' y que sólo nos separa de la bestia el 'barniz de la civilización'), asegura, cuenta con menos apoyos de la ciencia, aunque nos cueste creer esta afirmación. Todo vino -argumenta- cuando hace 10.000 años nos asentamos en territorios gracias a la agricultura. Eso dio paso a la propiedad privada y a la creación de territorios donde los 'de afuera' no podían tener acceso a los productos de los 'de dentro' sin una contraprestación, y con el crecimiento continuo de la población la vida se hizo más compleja: necesitábamos líderes que pusieran orden. Y de pronto teníamos gente en el poder, y que deseaba mantenerlo a toda cosa. Se creaba así el camino para que los menos escrupulosos cometieran todo tipo de fechorías con la ayuda del uso de la fuerza. Las democracias han paliado mucho todo esto, sin duda, pero los sociópatas siguen sin renunciar al poder.

Según Bregman, el hombre tiene una tendencia natural a cooperar y una aversión a la violencia

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