Asesinos como héroes en la guerra de Putin

Se entiende este rechazo. Uno de los muertos en combate en el pasado mes de febrero fue enterrado en la llamada «avenida de los héroes», lo que produjo la indignación de su ciudad natal en el sur de la región de Rostov, dado que este sujeto había quemado vivos a su madre y a su hermana. Otros asesinaron, violaron y robaron la mayor parte de sus vidas y ahora, de cuerpo presente, han de ser honrados en el pueblo al que mancillaron repetidamente con sus desmanes. Seguro que hay casos donde ni siquiera sus familiares asistirían a las exequias de sus difuntos si no fuera porque ellos tienen derecho a una cantidad de dinero comprometida en el contrato que les liberó de la cárcel.

Tiene todo el sentido que Putin haya puesto a criminales en libertad para que luchen en Ucrania. Por una parte, el Estado se libra de pagar su manutención en la cárcel; por otra suponen un apoyo (aunque solo sea como carnaza) para enfrentarse a los auténticos héroes, que son el pueblo ucraniano. Algo harán, deben haber pensado, sobre todo si tenemos en cuenta sus tendencias violentas. Es digno de destacar esa indignación espontánea de muchos de los ciudadanos de esos lugares, lo que refleja un rechazo visceral y por ello genuino ante la falsedad y desvergüenza que representa la guerra de Putin. Pero este movimiento de resistencia es una isla; todo este tinglado de enterrar como héroes de la patria a ladrones, violadores y asesinos revela con toda crudeza la ruina moral que provoca un régimen totalitario cuando se retuercen las categorías de la ética hasta el esperpento para sostener el relato ideológico criminal.