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No se pierdan el mural realizado en una calle de Barcelona por el artista Tvboy (ha sido noticia en este periódico). Es una pintura original, ... pues muestra un beso apasionado, como podrían darse dos amantes: Puigdemont parece tomar la iniciativa; él es un poco más bajo que Sánchez, o quizás se inclina y da esa impresión; su mano izquierda descansa en el hombro y pecho del presidente, mientras que este rodea los hombros del fugado con su brazo izquierdo. Ahora bien, el valor de esta obra artística se remata con la leyenda que figura en la parte inferior: «Dios mío, ayúdame a sobrevivir a este amor mortal». Ese «Dios mío» impresiona, pues es una invocación que hacen los creyentes cuando se ven expuestos a situaciones o peligros angustiosos, lo que se confirma con el resto de la oración: «sobrevivir» a un amor que se antoja «mortal».
Que Juan Luis Cebrián, en El País (del que fue su director y fundador, nada sospechoso de antisocialismo), escribiera una columna de opinión de una dureza inusitada contra el chantaje del inquilino de Waterloo (y que se resume en 'investidura por amnistía') y, en consecuencia, contra el actual presidente, por entrar a negociar esta infamia, da una buena prueba de que hasta qué punto ese beso recíproco puede ser «mortal». En el mismo periódico, el escritor Javier Cercas ('Soldados de Salamina') lanza otra andanada contra este previsto pacto, y con su peculiar elegancia afirma que está seguro de que Sánchez no llegará a firmar dicho acuerdo porque no cree que sea verdad lo que dice la oposición: a saber, que Sánchez es capaz de «vender a su madre a una red de tráfico sexual» con tal de mantenerse en el poder.
Este empleo sin tapujos de la artillería pesada por parte de votantes y simpatizantes del PSOE, es decir, del partido que está negociando con el delincuente fugado, es todo un síntoma de la enorme gravedad que reviste ese posible acuerdo en los ámbitos de la vida política y civil de España. Se ha escrito mucho al respecto y con más autoridad que yo. Sí quiero destacar, no obstante, un aspecto que se incardina en el plano estético y que, a su vez, conlleva un profundo simbolismo moral. Me refiero a lo que sigue a ese beso: un Estado soberano humillado ante su enemigo más declarado. Sánchez en tierra (y, con él, España entera), abrazado a las piernas de quien le ha derrotado, pidiéndole que le conceda el tiempo necesario para perpetrar la felonía. Esa otra pintura no existe, pero es la que todos pensamos que sigue a la expuesta en el mural de Barcelona. Esa es la que nos lleva a la profunda indignación y a la tristeza. La esperanza: quizás finalmente Sánchez no tenga el valor necesario para vender a su madre.
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