La serie de ficción 'Nos vemos en otra vida' basada en los hechos reales del atentado del 11 M -de plena actualidad esta semana al ... cumplirse los veinte años del suceso- tiene muchas cosas a su favor. El hilo conductor es una larga entrevista que el periodista Manuel Jabois hizo a Gabriel Montoya Vidal (alias Baby), que era menor de edad cuando contribuyó a la masacre ayudando a su mentor Emilio Suárez Trashorras (alias el Minero) a proveer de explosivos a los terroristas. Esa entrevista y la relación de los dos personajes actúan como catalizadores para contarnos esta historia trágica para tantos españoles, sin olvidar que hubo muertos de otros países. La serie está lo más cerca posible de una reconstrucción de los hechos. A pesar de ser una ficción 'true crime', asistimos a los capítulos como si fuera un documental, no una historia ficcionada basada en un crimen real.
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Lo que más me interesó fueron las dos cegueras mentales que hacen mover los acontecimientos de la serie, que se muestran tanto por lo que dicen los dos protagonistas como por lo que hacen. El joven Gabriel representa muy bien la ceguera mental que surge de la falta de desarrollo de la inteligencia y de las cualidades morales que se asocian a una buena educación. Cuando le pregunta Jabois (que aparece como personaje) en uno de los episodios si se arrepiente de lo que hizo, este le contesta: «Me arrepiento de lo que pasó, pero no de lo que hice». En otras palabras, él no quería que nadie muriera (aunque tenía sus dudas del empleo de la dinamita, no quiso saber más al respecto), pero aquello que hizo «lo hice porque necesitaba el dinero». Separar una cosa de la otra no tiene sentido, pero sí para él en su mundo de entonces. En otro momento le dice a Jabois que, en aquella época, «yo no pensaba», y es probablemente el resumen más exacto de su modo de vida como un joven delincuente. Hijo de la violencia y la indigencia, él solo es alguien (Baby) cuando un delincuente avala su identidad con su atención. Es un estúpido pero no lo sabe.
El Minero tiene menos excusas; es consciente de que esa cantidad de dinamita en manos de los 'moros' no puede ser para nada bueno, pero lo único que le importa es el dinero. Su ceguera mental no surge de la incapacidad de pensar, sino de su desprecio del valor esencial de la vida humana. Él 'podría ver' si se tomara el esfuerzo de alzar la mirada más allá de sus deseos egoístas de dinero y vida fácil. Pero hay una ceguera previa, moral, cultivada por él, que le impide pensar como un ser humano. Los 'moros' tenían los anteojos de su fe fanática, estaban dispuestos a morir para matar, pero el Minero permitió esa tragedia por pura codicia. Más bajo no pudo caer.
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