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El crimen de Tailandia lo tiene todo para llamar la atención de los medios: acusado hijo de famoso, un descuartizamiento, una relación entre hombres sórdida, ... un escenario de lujo... nada nuevo bajo el sol; desde que se iniciara el periodismo un crimen sensacional ha sido un reclamo infalible para el público. El propio George Orwell no tuvo reparos en admitir que uno de sus grandes placeres consistía, al llegar a casa, en ponerse cómodo y leer un 'buen crimen' en News of the World, un diario y luego semanario que se publicó en el Reino Unido desde 1843 hasta 2011. Me resulta sorprendente que me pregunten continuamente por qué son atractivas estas historias, porque lo son, repito, desde el mismo inicio del periodismo. ¿Por qué Agatha Christie es la autora más leída de la historia? Piensen por qué les gusta doña Agatha y sabrán por qué las desventuras de Daniel Sancho ha sido la noticia de la semana.
Pero yendo al propio crimen, hay algunas cosas que me llaman la atención; sobre el hecho en sí mismo, en su análisis profundo, habrá que esperar a tener toda la información, porque el panorama puede ser muy distinto de acuerdo con la versión final y veraz de lo sucedido. Pero sí hay algunas conclusiones que podemos extraer. La primera es que premeditar un homicidio (como parece ya acreditado) no es sinónimo de realizarlo con garantías frente a la investigación policial. Dejar restos del cadáver en la habitación que compartían es un grave problema, así como no asegurarse de que los restos van a quedar ocultos durante mucho tiempo. Otro grave error, a mi juicio, fue despreciar a la policía tailandesa. Es una policía muy poderosa, al servicio del rey, que no se chupa los dedos, y al margen de su integridad frente a corruptelas, estoy seguro de que sabe investigar un homicidio; en todo caso la suma de la denuncia por desaparición interpuesta por Sancho y la recuperación de parte del cadáver puso las cosas muy fáciles para su arresto.
Por supuesto, el error fundamental del detenido fue su primer movimiento: pensar que el homicidio es la solución mágica que, en unas pocas horas, acabaría con el problema que le estaba angustiando. Cuando no se trata de un asesino serial o un psicópata que halla satisfacción en trocear un cadáver, esta acción señala siempre un estado de desesperación del asesino, quien supera el costo psicológico de romper ese tabú (de no profanar un cadáver) para evitar ser detenido. Supongo que más adelante, cuando avance la investigación, sabremos qué tipo de relación tenían asesino y víctima, donde sin duda está la explicación última del crimen, aunque la versión de lo sucedido, de la vinculación con Sancho del Dr. Arrieta nunca la conoceremos.
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