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Si han seguido algunas de mis columnas anteriores comprenderán que considero la victoria de Donald Trump en las pasadas elecciones presidenciales como una coda amarga a la tragedia que nos sacudió el 29 de octubre, agudizando la impresión de que la política (los políticos) 'no ... tienen remedio'. Oigo alguna vez que los que opinamos públicamente no deberíamos desacreditar la democracia hablando mal de los políticos, como si todos fueran iguales, y es cierto que no lo son, sobre todo si nos referimos a los alcaldes, muchos de los cuales hacen un trabajo admirable. Pero a mi se me ocurre que este estado de cosas tan hostil hacia la política en general no ha surgido de la nada, sino que tiene unos antecedentes bien manifiestos y se llama corrupción e incompetencia. Precisamente esto es lo que erosiona la democracia y permite que gente que la desprecia activamente (Erdogán dijo que la democracia era un tranvía que servía para llevarte a tu destino, del cual luego te bajabas) esté ahora tomando el poder y abogando por medidas que desmantelan el estado de Derecho y buscan crear regímenes autoritarios, dejando la democracia en solo el esqueleto donde colgar su legitimidad para mandar.
¿Qué hemos hecho en España para combatir esto? No gran cosa. Vox es la respuesta al nacionalismo supremacista de los independentistas catalanes y de los juegos malabares de Sánchez para movernos el cubilete sin que veamos donde está el premio. Toda acción tiene una reacción. Lo más grave es que la gente está normalizando que haya gente insana e inculta en los puestos de gobierno. Es cierto que hay factores de alcance mundial que pueden explicar este desapego: la globalización no ha servido para disminuir la desigualdad, sino para aumentarla. Cuando la crisis de 2008 sacudió al mundo, muchos de los responsables financieros coadyuvantes de aquella cobraron despidos millonarios. La ciudadanía se siente muchas veces harta de los clichés de la cultura de la cancelación y de tanta memez ideológica, de que muchas de las acciones de gobierno se desbaraten por luchas partidistas que en nada tienen en cuenta las necesidades de la gente.
En Estados Unidos se ha llegado a un punto que debemos mirar con mucha aprehensión: el pueblo americano ha votado a Trump no a pesar de ser un delincuente múltiple, sino precisamente por serlo, esto es, por ser embustero sin que le importe despreciar de obra y palabra la Constitución y toda decencia, por negarse a reconocer que perdió en las pasadas elecciones y por haber incitado el asalto al Capitolio. Mi predicción: como dijo el 'replicante' de 'Blade Runner' en una célebre escena, veremos en estos años cosas que no creeríamos que íbamos a ver en este mundo.
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