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Hacía mucho tiempo que no veía la película aparecida en 1974 'Cuando el destino nos alcance' (título original: 'Soylent Green'), y al leer en algún ... sitio que se cumplían cincuenta años desde su estreno me apresuré a volverla a ver, porque no recordaba muchas cosas, más allá de la trama general. Me quedé perplejo por su actualidad: el mundo se ha convertido en un basurero debido al abuso de la tecnología tóxica (no se entra en detalles acerca del origen de la catástrofe), que ha acabado con la naturaleza y los productos comestibles que la integraban. Ya no hay ríos o valles hermosos. Encontrar una lechuga fresca o un solomillo está al alcance solo de los privilegiados. La gente duerme apelotonada en casas derruidas y se alimenta de sucedáneos y de una comida fabricada en forma de galletas llamada 'soylent green', que da pie al título original. El problema es que el único modo de confeccionarlo es con los cuerpos de los muertos, y todavía escasea.
La película no es de gran presupuesto, pero no lo necesita. Basta un grupo de actores competentes y con mucho carisma: Charlton Heston (que ya nos había anunciado un apocalipsis anterior en su otro clásico 'El planeta de los simios', 1968), Joseph Cotten, Chuck Connors y, sobre todo, un Edward G. Robinson en su último papel, mostrando lo inmenso actor que era al reflejar en sus ojos la infinita tristeza que le produce tener que vivir en un mundo acabado, una mera burla de la existencia que conoció de joven, cuando la belleza rebosaba en una naturaleza todavía exuberante. Robinson se estaba muriendo de cáncer, y su propia muerte en el film trasluce toda su fragilidad y humanidad, en una de las cumbres de la interpretación que yo recuerde.
La acción del filme transcurre en ¡2022!, y felizmente no hemos llegado a ese punto, pero convendrán conmigo que el mundo no va por muy bien camino en el asunto de la conservación de la naturaleza y el espacio vital, considerando el cambio climático y las guerras que no cesan. Un ejemplo que me horrorizó cuando lo leí: en Canadá hubo en 2023 cerca de 7.000 incendios que quemaron 18,5 millones de hectáreas de bosque. Es una extensión que uno ni siquiera puede imaginar. El incendio de Cortés de Pallás, que todos recordamos de 2012, arrasó ¡30.000 hectáreas! Esa cantidad nos pareció monstruosa... pero es una broma comparada con la sufrió Canadá. Ya sé que estoy comparando extensiones geográficas muy dispares, pero lo de Canadá equivalió a la extensión de Finlandia. 'Cuando el destino nos alcance' construyó una pesadilla futurista que ahora resulta una más que perturbadora amenaza real, contemplando la devastación del planeta y a todos los villanos que les da igual.
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