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¿Es Donald Trump un hombre tocado por el destino? Comparado con su trayectoria, sus palmeros e imitadores (Orban, Milei, Abascal) parecen actores de relleno, ... esos personajes que están al servicio de Enrique VIII cuando maquina cómo deshacerse de su esposa actual o de la tutela del papa romano, deseosos de aplaudir y dejar claro que cuentan con su lealtad indesmayable. No tengo ninguna duda de que el diablo cuida de los suyos, porque todas sus fechorías se ven recompensadas y aun alabadas. Y cuando 'parecía' que Trump por fin había pichado en hueso con su condena en Nueva York por pagar de forma fraudulenta a una actriz porno a cambio de su silencio, viene de nuevo su poderoso aliado y convierte su intento de asesinato en el mayor espaldarazo que podía soñar ante las próximas elecciones. Esa imagen de Trump levantando el puño con la cara ensangrentada y la bandera USA al fondo vale, literalmente, una elección a la Casa Blanca.
Así pues, ven ustedes que discrepo poderosamente de todos los que ven en ese gesto mínimo de mover la cabeza para evitar el balazo fatal una prueba más (como aseguran sus fieles) de la voluntad divina, de que es un hombre «enviado por Dios» (como proclaman sus vídeos de campaña), que es el salvador de la «América verdadera y grande», sino más bien prueba de su complicidad con el diablo, el cual debe de pensar que alguien capaz de engañar a medio país con infinitas patrañas bien merece su protección, sobre todo si, como afirma, expulsará a los inmigrantes que envenenan la sangre nacional, tomará cumplida venganza contra sus oponentes de toda índole, y otras amenazas que no puedo detallar por falta de espacio, pero que se resumen en que nunca los EE.UU. ha tenido a alguien de la bajeza intelectual y moral del que es casi seguro nuevo presidente.
Sé que a mucha gente le fascina Trump, lo puedo entender. El destino le ha señalado, nos guste o no. Todos sus delitos se desvanecen, todas sus calumnias y ofensas son perdonadas, alguien que ha quebrantado todos los mandamientos resulta vitoreado como un elegido de Jesús. Frente a esta exhibición de poder y falta de piedad se alza un Biden octogenario al que cuesta oír, un partido demócrata que parece paralizado como una ardilla ante los faros de un coche presto a arrollarla. Mientras la mayor parte de Occidente tiembla ante la llegada del nuevo redentor, solo podemos esperar que suceda algo providencial, casi un milagro. Tengo la convicción de que este es el mundo de Trump, en el que dictadores deleznables como Putin son saludados como dignatarios honorables (Trump, Orban) y el propio papa es tildado de ser el Anticristo (Milei). Es una pesadilla de la que no podemos despertar.
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