Sánchez había hecho un tour muy eficaz en programas de gran audiencia televisiva antes de celebrar el debate con el líder del PP. Los periodistas, ... que generalmente son mordaces en sus entrevistas, no olvidaron que estaban frente a un presidente del gobierno de España, y le dejaron explicarse todo lo que quiso, aunque las respuestas muchas veces sorteaban el sentido último de la pregunta, o sea, que salían por la tangente. Pero una entrevista tiene esas reglas: frente al arte de preguntar está la virtud de decir lo que se quiere, y es el espectador el que tiene que juzgar en qué medida el entrevistado está siendo sincero o guardando sus intereses. Ahora bien, el debate del lunes pasado fue otra historia, porque el aspirante a la Moncloa no estuvo dispuesto a rendirle pleitesía alguna. En el proceso de lamerse las heridas, leo que los asesores de Sánchez se mostraron sorprendidos por el «debate embarrado» que propuso Feijóo. Quizás esperaban que se comportara como Pablo Motos o Carlos Alsina, que se limitaron a verle escapar de aguas turbulentas con gesto de «hombre de estado» y explicaciones periféricas al meollo del asunto. Y entonces comprendo lo que sucedió: los asesores de Sánchez fueron víctimas del narcisismo de su presidente, y pensaron que nadie podría batirle. Si hay algo en que coinciden todos los comentaristas políticos (lo digan explícita o implícitamente) es que Pedro Sánchez está encantado de conocerse, que se considera un político excepcional, y que hará lo posible para que los españoles no pierdan la oportunidad de seguir teniéndole como presidente.
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Se comprende el tour por las televisiones de Pedro Sánchez como si nunca hubiera roto un plato, rebosando en sus mayores encantos. Estoy convencido de que, pensando en las próximas elecciones, miró a derecha e izquierda y se dijo: «¡Santo cielo! ¿Cómo voy a ganar las elecciones con semejante compañía?». Y entonces, como ya hiciera cuando fuera defenestrado del PSOE, se conjurara en el propósito de ganar él solito, porque lo vale, el 23-J. ¿Votar con los filoetarras? ¡Qué remedio!, ya me sabe mal, pero uno ha de gobernar... ¿Por qué aprobó la dichosa ley que ha liberado a los delincuentes sexuales? ¡Oh... fue un error jurídico, no nos dimos cuenta de que un montón de gente nos había dicho que eso podía pasar...! Esos cuentos ya no colaron. Sánchez ha sido su propia víctima: creerse (como decía Butragueño de Florentino) un ser superior, y no prepararse ante un debate donde el oponente no se iba a desmayar ante su presencia. Es verdad que son debates poco edificantes, pero Feijóo hizo lo que debía: proclamar a los cuatro vientos que el emperador está desnudo.
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