He pasado por diferentes razones en los últimos meses por la zona de la estación de autobuses de Valencia, y doy fe de que todo lo que cuenta Belén Hernández en su crónica de esta semana en LP es del todo verdad. Dicho sin paliativos: ... es una vergüenza (y un escándalo) que uno de los lugares desde donde se produce una parte del transporte de los viajeros desde y hacia nuestra ciudad sea un 'ecosistema' propicio para la delincuencia, donde los ciudadanos se desesperan y, por desgracia, se acostumbran y resignan a un estado de inseguridad propio de los peores barrios que he visitado (y créanme que son muchos).
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Muchos años atrás, en mi adolescencia y años posteriores, solía utilizar con frecuencia la estación de autobuses, cuando apenas había nada más que la estación y el camino por el parque hacia la avenida de Burjassot. Luego vino Nuevo Centro y todo el desarrollo urbanístico de su entorno. El único punto de referencia para quedar con amigos en aquel desolado barrio era el cine (y luego teatro) Flumen, un islote que, compruebo, sobrevive de modo prodigioso a la degradación que se extiende desde la estación. Durante todos esos años jamás sentí inseguridad, y aunque la estación nunca fue un ejemplo de comodidad o de diseño, pasé mucho tiempo esperando a gente o a un autobús al que abordar sin más problema que combatir el aburrimiento.
Sé que estos son otros tiempos, por supuesto, pero (salvando las distancias), mientras que en aquellos años 70 y 80 del pasado siglo Nueva York era la meca del crimen (todos los valencianos que ahora la conocen y caminan confiados por el 'downtown' se sorprenderían al saber lo peligroso que era entonces Times Square y la calle 42, salpicados de locales pornográficos y numerosos puntos de prostitución), en la actualidad es una ciudad muy segura para los nativos y turistas en comparación con otras muchas ciudades de los Estados Unidos y algunas de Europa. Lo que sucedió es que la alcaldía decidió que ya no se podía vivir así. Todas las mejoras en materia de seguridad en las grandes ciudades son el producto de un plan de actuación policial conjuntamente con medidas de renovación urbana, servicios sociales y fortalecimiento del capital social. Entiendo que hay carestía de presupuesto, pero me pregunto si a veces no es cuestión de saber gastar mejor el dinero. Ahora, cuando paso junto a la estación, voy en estado de alerta constante. No me imagino sufrir eso cada día. Los vecinos de la estación no merecen ese ninguneo, al igual que otros lugares de nuestra ciudad, que son auténticas piedras de toque para la actual alcaldía. Sé que son problemas heredados, pero ahora tienen la oportunidad de hacer algo al respecto.
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