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El espectáculo gozoso de la Eurocopa de fútbol no se fundamenta solo en la emoción de la competición, en el disfrute de los lances del ... juego y de los grandes nombres de este deporte. Debido a las fuerzas centrífugas que se están aglutinando en estos últimos años por parte de los partidos populistas de derecha e izquierda, y que hallaron en el Brexit un aliento inesperado, circula el relato de que Europa 'quiere imponer una tiranía' sobre los países miembros, de tal suerte que lo 'patriótico' sería volver al pasado y gestionar cada uno sus propios intereses. Frente a esta visión retrógrada, ver a miles de hinchas ataviados con sus colores apoyar a sus equipos con pasión y en paz, compitiendo noblemente dentro de la casa común europea, es un bálsamo para el espíritu.
Porque la Eurocopa nos recuerda todo el camino construido hasta llegar aquí: el espíritu patriótico se defiende alentando a la propia selección dentro de un marco que es casa de todos: Europa. Me llena de satisfacción ver a todos los países europeos clasificados disfrutar del logro construido con tenaz esfuerzo: un oasis de progreso y libertad único en la historia. Es una pena que todos los que dan alas a los euroescépticos olviden, precisamente, las enseñanzas de esa historia, pues verían que nuestro continente vivió ininterrumpidamente en estado de guerra durante muchos siglos hasta llegar la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial. Solo la guerra de los Balcanes y la agresión rusa a Ucrania fueron la excepción. La primera pudo absorberse en el tejido de la nueva Europa tras la caída de la Rusia comunista, mientras que la segunda nos sirve como doloroso recuerdo de que este triunfo extraordinario de la cultura y la política no tiene garantizado su futuro.
Cuando hablo con mis estudiantes Erasmus comprendo qué suerte tienen de poder disfrutar de esta realidad única. En sus viajes asimilan la enseñanza de que Europa es su casa, y mientras que es obvio que hay grandes diferencias entre los que la habitamos, los chicos empiezan a entender lo que nos separa de otros continentes, donde el bienestar o la desgracia está exclusivamente en manos de la capacidad de cada país de gestionar sus asuntos, por no hablar de las frágiles democracias o directamente autocracias que las gobiernan. Así las cosas, esta edición de la Eurocopa es quizás una de las más simbólicas de las celebradas. Mi consuelo es que creo que los líderes euroescépticos, una vez obtenida la atención y el poder que desean, rápidamente comprenden que no hay vida fuera de Europa, y se echan atrás en sus bravatas. Pero su mensaje erosiona y confunde, hijos desagradecidos de una victoria labrada con tanto dolor y esfuerzo.
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